lunes, 13 de agosto de 2007

Sinombre y yo-2


UN DÍA POR EL EDÉN AZUL

Índice

A media mañana
17- Los niños castigados acampan junto al río
18- El nido del mirlo
19- La muerte de Rocky, el perro amigo de la Princesa
20- A la sombra del algarrobo de la Senda de los Arrayanes
21- La ancianita de la casa blanca del Barrio del Albaicín
Al medio día
22- El calor, la ducha y la piscina
23- Preparados para la piscina
24- Maquinando una travesura
25- Juegos en la piscina
Por la tarde
26- Después de la piscina, la tarde ¡qué bonita!
27- Desfile de burros por las calles de Granada
28- La muchacha del banco en la tarde de verano
29- Sueño en una tarde de verano
30- La parra de la puerta de tu cuadra
31- Por la Senda del Pinar y la segunda carta de la Princesa
Al caer la noche
32- Cena de brevas y ciruelas al aire libre frente a Granada
33- La Estrella de las Nieves de Sierra Nevada
34- Y mañana será otro día
35- Su sincera amistad

A media mañana

17- Los niños castigados acampan junto al río


Ya es media mañana y calienta el sol. Hoy va a ser un día muy caluroso. Aunque todavía no es ni siquiera medio días las chicharras empiezan a cantar. Hoy, Sinombre, hay que ir a la piscina a darse un buen baño. Primero una buena ducha para quedarnos limpicos y después a la piscina a jugar mientras disfrutamos del agua fresca, de la sombra que los álamos extienden por el césped de la piscina, del perfume del poleo y de la mejorana y, sobre todo, del juego de los niños. ¡Ya verás, amigo del alma!

¿Pero mira tú por donde vamos ahora? Por la Senda de la Umbría de las Higueras. La senda que baja desde el Encinar de las Centenarias, que es como le llamamos nosotros a este bosque de encinas. Encinar porque son muchas y centenarias porque son muy viejas. Encina con más de doscientos años cada una. ¡Qué bonito es este bosque de encinas! Y qué pena que los niños no lo puedan conocer. Habría sido su delicia. Se hubieran subido en la encina que está curvada ladera abajo, en la de las tres cruces, en la que tiene su tronco lleno de agujeros como cuevas que es donde se refugian y anidan los autillos, mochuelos, lechuzas y otras rapaces. Estas maravillas les habría vuelto loco a los niños. ¿Y si nos hubiéramos encontrado algún nido de mochuelo y de lechuza? Y seguro que en la encina de la rama grande habrían querido hacer un columpio. O se hubieran conformado con el columpio de Caty, Mary y Lucía. El que ellas hicieron esta primavera pasada con la caja de plástico de las frutas. ¡Qué imaginación la de estas amigas nuestras! Con una simple caja de plástico, de esas que utilizan para las frutas, se pusieron aquella tarde e hicieron un columpio mágico. Le amarraron una cuerda a cada lado y luego echaron la cuerda por lo alto de la rama de la encina y, hala, a pasearse en su columpio. Sencillo pero práctico y divertido como pocas cosas. Si los niños hubieran ido esta mañana por el Encinar de las Centenarias, al ver el columpio, se habrían vuelto locos.

¡Con lo que les gustan a los niños los columpios! Y con lo que les gusta correr por los bosques para esconderse detrás de los troncos de los árboles y jugar al pilla, pilla y a los fantasmas y a Tarzán y a Mowgli, el niño de El Libro de la Selva y a los indios… ¡Qué pena que ellos no hayan podido disfrutar del bosques de las Encinas Centenarias! A ver si mañana vuelven y se lo podemos enseñar. Que jueguen, unos escondidos detrás de los troncos más gruesos, otros subiéndose a las ramas más altas, otros camuflados en la espesura más profunda… ¿Sabes, Sinombre? Estoy seguro que en cuanto conozcan el bosque de las Encinas Centenarias van a decir que ahí es donde quieren hacer su cabaña. Seguro que dirán esto. ¿Te acuerdas que nos dijeron que querían construir una cabaña? ¿Y sabes qué encina escogerían para hacerla? Seguro que la Grandota, que crece en el mismo centro del encinar. La que sobresale en lo alto del puntal y mira al río, a la Umbría de las Higueras, al Edén, a Granada. Desde lo alto de esa encina se ve toda la ciudad de Granada sin que se pierda ningún detalle y la Vega y el río Genil y la Alhambra del barrio del Albaicín. Que esa encina es como una atalaya desde donde se ve medio mundo. Mucho más que desde todos los miradores de San Miguel Alto, del Albaicín, de la Alhambra y de otros sitios. Por eso vivir en lo alto de esa encina, en una bonita cabaña de madera frente a estas panorámicas que te he dicho, sería un lujo de los grandes. Que estoy seguro: los niños se habrían hecho la cabaña entre las ramas de la Encina Grandota. ¡Y qué bien para nosotros! Siempre con su compañía y cariño en estas tardes grises de verano ¿Te imaginas lo bonito que sería…?

Pero mira, ahora bajamos por la Senda de la Umbría en busca del río que es donde van a poner su acampamento esta noche. El sitio es bonito. Junto a las aguas donde, el invierno pasado, dormimos varias veces. ¿Te acuerdas? ¿Y te acuerdas cuando aquella noche el caballo Bandolero rompió media ladera corriendo hacia la cumbre en busca de la Princesa? ¡Qué susto nos dio! Y la Princesa en lo alto de la cumbre, venga llamarlo. Pues aquí es donde van a acampar. Los vamos a llevar a la llanura de los juncos, por donde los chopos, para que pongan ahí sus tiendas. Que este es un lugar muy bello. A ti te gusta mucho y bien recuerdo los buenos baños que nos hemos dado en estos charcos del río. Baños de agua, baños de sol, baños de silencios hondísimos, baños de perfume a bosque, baños de rumor de corriente… En fin, Sinombre, que este rincón es precioso. Y por eso me alegro que, a pesar de los pesares, sigan por aquí. ¿Qué si nos quedamos con ellos? ¿Para darles compañía esta noche y jugar en la cascada, en el Charco Azul y en la Llanura de los Juncos? Se lo preguntamos cuando lleguemos. Pero creo que los deberíamos dejar solos. Por ellos y por nosotros. Sabes que tengo cosas importantes que contarte. Y ellos, quizá prefieran quedarse solos para disfrutar a su aire y libres. Parece que se van animando otra vez. Mañana nos juntaremos de nuevo y a lo mejor las cosas sí salen como es debido. De las higueras que hay por la umbría Mario busca algunas brevas y te las da. En estos momentos él no va subido en ti.

Sí, ahora, mientras bajamos por la Senda de la Umbría al río, se van animando otra vez. La alegría está volviendo de nuevo a estos ángeles. ¡Qué bien! Ya corren y ríen y juegan contigo y cogen brevas de las higueras que hay cerca de la senda y hablan de bañarse en el río y de lo bien que se lo van a pasar esta noche de acampada… Los niños nunca guardan rencor y, si en algún momento alguien los trata mal o se enfada con ellos y los castiga, al poco se olvidan y no guardan resentimientos. Lo perdonan todo porque no saben odiar sino sonreír y jugar y ser cariñosos y dulces y buenos con todo y todos. Y mira que bien que la viña ya esté verde y con sus racimos de uvas colgando en los sarmientos. Para que, ahora que vienen por aquí, disfruten con los colores de estos campos, el rumor de la corriente y el perfume de las plantas. Así esta noche van a dormir como reyes. Junto a las aguas frescas del río, arrullados por el rumor de la corriente y la música de la cascada, perfumados por las pámpanas de la viña y acompañados por el canto del cárabo, del mochuelo y de los autillos. Que se lo merecen.

¡Qué pena que Caty se haya disgustado tanto que ni siquiera ya ha querido venir al río con los niños! Se ha ido a su casa, enfadada, con sus padres y sus hermanas. Cuando volvamos lo primero que haremos es ir a verla. Para darle besos y para pasearla en tu lomo. Al volver vamos a invitarla para que se venga con nosotros a darse un baño en la piscina. Ya que no ha podido ser con todos los niños, como quería y hubiera sido bonito, nos juntamos los de siempre y nos damos un baño. ¡Que ya verás el calor que hará dentro de unas horas! Y después la invitamos a explorar la Cueva del Manantial de la piscina. Por si mañana tenemos que enseñarle esta cueva a los niños que la conozcamos antes. Ya verás como a Caty se le levanta el ánimo y lo olvida todo. Que no ha ocurrido nada pero como ella es tan sensible cree que te ha dejado mal a ti y a mí y por eso se ha disgustado tanto. ¡Qué buen corazón tiene! Pero qué pena que no se haya venido al río. ¿O ha ocurrido algo muy gordo, Sinombre? Yo nunca he visto a esta niña tan disgustada. ¿Qué ha sido lo que ha pasado?

Y por cierto, me dijeron el otro día que, en la Cueva del Manantial que da agua a la acequia que a su vez llena la piscina, vive un ogro. ¿Tú te crees esto? Dicen que es un ogro espantoso que en otros tiempos se comía a las personas. No sé, Sinombre, si esto será verdad pero la leyenda lo cuenta así. ¿Seremos capaces de averiguar, algún día, la verdad de la leyenda del ogro terrible? ¿Crees que los ogros, en estos tiempos de hoy, siguen existiendo? En cuanto encontremos un momento te voy a contar yo a ti lo que dice esta leyenda. Verás qué bonita es a la vez que terrible y desconcertante. La Leyenda del ogro de la Cueva del Manantial, que así es como se llama.

Y observa de nuevo: mira como siguen llenando de alegría la mañana. Juegan ahora contigo y no te dejan ni andar. Uno se sube, el otro se baja, un tercero se quiere subir por tu cuello, el cuarto se te agarra al rabo, dos niñas te tiran de las orejas, otros se ponen delante tuya y tropiezas con ellos y se ríen y te miran a los ojos… Es estupendo esto y no sabes lo que me alegro. Por ti, por los niños, por Caty, por los maestros, por el día, por nuestra Princesa, por… Y ahora que sale la Princesa, luego le vamos a escribir y le contamos todo. Para que una vez más compruebe, ella y Bandolero, que los llevamos en el corazón y que los queremos y no los olvidamos. Se lo vamos a contar todo, todito, todo. ¡Por cierto! Que me recuerdes que tengo que leerte sus tres cartas. Ya te dije que estas son las otras tres buenas noticias que quiero compartir contigo hoy. Aquí conmigo tengo las cartas de la Princesa. Y escucha, escucha lo que comentan entre sí:
- En cuanto lleguemos al río me voy a poner a buscar oro en su corriente.
- ¿Oro en las aguas de este río? ¡Qué cosas tienes! Parece que estuvieras soñando.
- Sí, no te rías. Como en las películas. Porque un día me dijeron mis padres que en este río, en otros tiempos, hubo muchas pepitas de oro. Que la gente buscaba oro por aquí y lo encontraba.
- Pero eso es en el otro río. En el segundo de los tres ríos de Granada. No en el río Genil, que es el primero de los tres, sino en el río Darro que es el que lleva el agua a la Alhambra y baja por el Sacromonte, la Fuente del Avellano y el Albaicín. Que según he oído la palabra “Darro” significa “río que da oro”. Pero este río no es aquel. Así que aquí no hay oro en la corriente de las aguas.
- ¿Y si fuera verdad? Yo lo soñé una vez y por eso sigo diciendo que en cuanto lleguemos a la corriente me voy a poner a buscar pepitas de oro. ¿Y si tengo la suerte y me encuentro una grande? O aunque no sea tan grande. Con solo un puñado de pepitas de oro pequeñas ya tendría bastante. ¡Anda que mis padres no se iban a poner contentos!
- Pues también yo me voy a poner a buscar pepitas de oro contigo en el agua del río. Porque como dices podríamos tener suerte y anda que eso no sería divertido.
- Pero es que en este río también me han dicho a mí que hay piedras preciosas. Cuarzos de colores y unas piedrecitas color verde que dicen son verdaderas joyas. ¿Y si me encuentro una piedra preciosa enorme? Lo de este río va a ser lo más divertido para nosotros.
- Contad conmigo que yo también quiero buscar piedras preciosas en la corriente de las aguas.

Mario y Albaluna se han quedado un poco al margen de los demás. Al oír lo de las pepitas de oro en las aguas del río Mario se acerca y me dice:
- Voy a buscar yo también oro. Porque ¿sabes lo que me gustaría?
- ¿Qué te gustaría?
- Encontrarme un tesoro para ser rico. Me compraría un burro como este tuyo, un lugar como el jardín donde vivís y sería libre como vosotros. Para hacer lo que quiera y me guste y para reírme de los niños que tanto se meten conmigo. Quiero ser libre y tener las cosas que sueño. Por eso necesito encontrarme un tesoro para ser rico, tener dinero, sentirme libre y comprarme todo lo que me apetezca.
Y Albaluna comenta:
- Y si yo me encontrara oro en este río haría como tú. Pero lo primero que iba a hacer es construirme una cabaña para venirme a vivir cerca de Sinombre. Y también iba a ser libre como tú y me compraría lo que me diera la gana y haría lo que quisiera. También yo necesito encontrarme un tesoro. Quiero ser libre y vivir la vida como me guste. Porque ya estoy harta de estar siempre fastidiada por culpa de los demás. ¿Nos dejarías que nos viniéramos a vivir contigo?

¡Qué cosas tienen los niños, Sinombre! No se les termina un sueño cuando ya están con otra fantasía. Pero mira lo bonito es soñar cosas y no parar nunca. Porque al fin y al cabo si no hay sueños ¿qué es la vida? Y lo que ahora mismo están haciendo es lo mejor. Ya verás como todos los sueños suyos un día se les conviertan en un cielo. En todos los sueños de los niños, Sinombre, eso es lo que hay, cielo. Y el río, la cascada, la corriente del río, sus pequeñas playas blancas, su charco azul y su alameda, hoy va a ser para ellos su paraíso. Recuérdame que ahora cuando los despidamos les dejemos ofrecida nuestra ayuda. Por si en algún momento del día o de la noche les ocurre algo. Por si alguna niña o niño, en sus juegos por el río, se cae y se hace daño, que sepan que aquí estamos para echar una mano en lo que haga falta. Y sobre todo tú, que sepan que enseguida te prestarás para transportarlos en tu lomo a donde sea necesario. Para sacarlos del río y llevarlos al hospital, a sus casas o a donde haga falta. Ahora cuando nos despidamos los miras a los ojos y con tus miradas se lo dices. Te volverán a mirar a los ojos con la curiosidad del primer momento y ahí leerán el mensaje. Para que se queden con la sensación de que nuestra amistad es incondicional. En todo, para todo y para siempre.

Ea, ya hemos llegado. Ya estamos en la explanada de los juncos, por el lado de arriba y pegado a la cascada, que es donde crecen los álamos. Para que tengan sombran durante el día y por la noche los árboles les dé un poco de compañía. Porque les puede gustar oír las sencillas melodías que, por la noche, el aire canta por entre las hojas de los álamos. Por entre las hojas de todos los bosques del mundo pero, entre las hojas de estos álamos y en la noche, el aire desgrana melodías deliciosas. Y oír estas armonías con el rumor de la corriente de fondo eso si que es placentero. Y mira que crecido baja hoy el río y qué transparente. Aquí se lo van a divertir. Y tanto que fíjate, al ver el río y la claridad de la corriente, se olvidan de ti, de los maestros y de mí. Venga, vamos a dejarlos. Los despedimos y que se queden en su paz y juegos. Mañana será otro día y, no sé por qué, tengo el presentimiento que será un día grandioso. Les decimos adiós y nos vamos.

Pero al ver ahora que nos retiramos y volvemos, se vienen a tu lado y te echan piropos, a su manera, pero cariñosos.
- Gracias, borriquillo de seda. Te queremos porque nos lo hemos pasado bien contigo. ¡Eres fabuloso! El mejor de todos, el más divertido. Te vas y te quedas con nosotros. Ya eres nuestro amigo.
Es lo que te dicen unas cuantas niñas. Y los dos niños que traías en tu lomo se animan y dicen:
- Me iría contigo al fin del mundo porque eres el más grande. Tu lomo de algodón es como una nube de viento, como un colchón y como una pradera de hierba en flor.
Y otro más:
- Nos vemos mañana y vete preparando que me he quedado con ganas de ir contigo trotando por las calles de Granada. Que yo sé que tienes alas de plata y de nardo.
Y todos:
- Besos a puñados, borrico bonico. Aquí nos quedamos pero nos vamos contigo a jugar tus juegos blancos. Son los más bonitos y los que más nos han gustado.
- Adiós borricote de miel y algodón, como tú no hay otro, eres el campeón.

Te despiden a su manera. Te dicen lo que sienten y como mejor saben pero te quieren. Y por eso te dan besos y abrazos y palmaditas en la frente, en tu cuello y en el lomo. Es la señal de los amigos. Ya son amigos tuyos y por eso te han metido en sus corazones y te expresan su admiración. Me alegro por ellos y me alegro por ti, Sinombre. Pero Mario y Albaluna no te dicen nada. Se han apartado del grupo y, sobre unas piedras sentados, te miran tristes. Los miro y con las manos me dicen adiós tímidamente. A los demás les decimos adiós, hasta mañana, y nos vamos alejando. Los despedimos un poco más, diciéndole que los queremos y, por la llanura de los juncos, buscamos otra vez la senda y comenzamos a regresar. Desde lejos te siguen mandando besos y abrazos y saludos y recuerdos y que vuelvas mañana y que muchas gracias y… Detrás de los últimos álamos nos perdemos, los dos solos. Ya nos hemos quedado solos y regresamos al corazón del Edén Azul. Mientras nos retiramos los seguimos oyendo y unos minutos más tarde ya no se oye nada más que el canto de las chicharras, el rumor del agua despeñándose por la cascada, el siseo de la leve brisa por entre las hojas de los álamos y el sol cayendo con toda su fuerza. El sol no se oye pero sus calurosos rayos sí queman mucho. Parece como si ya fuera pleno verano.

Me acuerdo de Mario y de Albaluna. Los dos nos miraban tristes mientras no veníamos. ¡Qué niños más buenos son ellos! Se querían venir con nosotros y yo me los traigo en el corazón. Pero ellos querían venirse con nosotros y tristes se han quedado soñando. Y nosotros ¿verdad que los necesitamos? No lo saben ellos pero estamos tan solos y echamos tanto en falta sus sonrisas y besos…


18- El nido del mirlo

¡Qué satisfechos venimos ahora, Sinombre! Porque parece que se han quedado contentos. Es lo mejor. Anda, échale un rebuzno para que te oigan y sepan que te los traes en el corazón. Y, como me conoces y siempre estás dispuesto a complacerme, te paras en la Senda de la Umbría, te vuelves para el río, estiras tu cuello y empiezas a lanzar tu rebuzno. Un potente rebuzno que retumba en todo el barranco y se funde con el rumor de la cascada por donde juegan. Y te oyen porque desde el río te devuelven sus saludos en forma de risas:
- Mañana nos veremos y que tengas un buen día. Millones de besos.
Te alegras oírlos porque me miras y mueves tu rabo. Me sigo alegrando de ello. Te doy dos palmaditas en el cuello al tiempo que te agradezco, en nombre mío y de los niños, tus detalles. Les ha gustado el rebuzno y lo han entendido. A partir de este momento ya son más buenos. Mañana estarán más animados. Pero yo no te he contado a ti, todavía, todo lo que hoy quería y deseo contarte. Creo que ahora va a ser el momento. Aun nos queda mucho día y mientras vamos subiendo, de regreso a nuestro rincón, te diré algo.

Y venimos contentos caminando, metidos en nuestras cosas de siempre, en nuestro silencio de siempre, en nuestra armonía y con nuestro trozo de vida en la mano cuando, al dejar atrás los últimos álamos, los veo. Mira, Sinombre, dos mirlos han levantado vuelo casi de nuestros pies. Se asustan de nosotros pero no quieren irse. Seguro que por aquí tienen su nido. Que no nos vean los niños ni se enteren. ¡Espera, espera y cállate! Mira lo que estoy viendo ahí. Sí, aquí a nuestra derecha y en uno de los álamos de la alameda. Mira, en el mismo tronco, en las dos ramitas que tiene a unos dos metros del suelo. ¿No lo ves? Es un nido de mirlo y tiene cuatro mirlillos todavía sin plumas. Fíjate qué bonito. Parecen que están durmiendo. Cállate y vente despacito detrás de mí que nos vamos a acercar para verlos mejor. Por aquí, ven por aquí y tápate con los troncos de los álamos para que no nos vean los mirlos padres. A los mirlillos sin plumas no les vamos a hacer daño pero como los padres no lo saben es mejor no darles un disgusto. No sea que luego ya no vuelvan a su nido y se mueran estos cuatro pajarillos tan bonitos. Por aquí, vente por este lado y con mucho cuidado para que ni nos vean ni nos oigan.

Nos acercamos un poco más, los miramos un momento, le hago un par de fotos y luego nos alejamos dejándolos tranquilos en su nido. Que tampoco nos vean los niños ni se lo digas mañana. Y ahora, no se te vaya a ocurrir olerlos. Y menos todavía se te vaya a ocurrir ponerte a rebuznar de alegría que entonces lo estropeamos todo. ¡Tú tranquilo y hazme caso! Hay que ver a donde han venido estos mirlos a hacer su nido. Al lado mismo del caminillo. Nosotros no le vamos a hacer daño porque es una lástima pero ¿y si otros al pasar ven el nido y no lo respetan? Que a los animales, a todos los animales del mundo, les gusta la compañía de los humanos pero al mismo tiempo quieren sentirse respetados. Ea, ya está. Le he sacado un par de fotos, muy bonitas, y nos vamos sin rozarlos siquiera. Para que no se asusten ellos. ¡Mira como duermen tan pacíficos y aplastaditos…! Déjalos y no los olisquees no sea que les hagas daño. ¡Son tan blandicos que parecen de merengue! Vente ahora por este lado tapándote otra vez con los troncos de los álamos y que se queden tan agustico. ¡Mira, mira como abren el pico pidiendo comida! Nos han sentido y se creerán que somos sus padres. ¡Cuánta belleza!

Pero es extraño: los pajarillos, todos y siempre, hacen sus nidos desde el comienzo hasta mediados de la primavera. Pocas veces al final de la primavera o en verano. Y estamos ya en verano y aquí tenemos este nido. ¿Sabes lo que puede haber pasado? Seguro que estos mirlos padres hicieron un primer nido al llegar la primavera. Se lo comieron o rompieron las urracas en algún momento de la puesta de los huevos o cuando ya los pajarillos habían nacido y han vuelto a intentarlo. Han hecho un nuevo nido, ya fuera de tiempo, y por eso el verano se les ha echado encima. Estas es la única explicación razonable que encuentro. Quizá en esta segunda vez tengan suerte y saquen a sus crías adelante si los calores del verano se lo dejan. Los calores y las urracas, la escasez de alimento, la presencia humana... La vida, Sinombre, ni para las aves es fácil. Y me gustaría que, para estos hermosos pajarillos, sí lo fuera. Un jardín, un bosque, un mundo sin mirlos es como una primavera sin flores. Falta algo esencial en la primavera y también el en jardín, en el bosque, en el mundo, en la vida. Los mirlos, Sinombre y tú lo sabes, alegran mucho con su presencia y sus cantos.


19- La muerte de Rocky, el perro amigo de la Princesa, primera carta

Los dejamos en su nido y lentos seguimos subiendo por la Senda de la Umbría. En cuanto lleguemos a los algarrobos, los que crecen entre el Encinar de las Centenarias y la Umbría de los Olivos, por la Senda de los Arrayanes, te voy a coger un buen puñado de algarrobas. Todavía no has probado bocado hoy y mira qué horas son ya. Y con todo lo que traemos entre manos, esta mañana por aquí, te vas a quedar sin fuerzas. Y estos algarrobos, los más viejos, todavía tienen muchas algarrobas del año pasado ¡Con lo que te gustan a ti estas golosinas! También me comeré yo algunas, para compartir las cosas como hemos hecho tantas veces, y ya estoy comido. Que a mí me gustan estos frutos tan especiales porque están buenos y alimentan mucho. Pero ahora ¿lo de las cartas de la Princesa? Sí, ya me acuerdo, aquí las tengo. Ya estamos solos.

Y lo que te venía diciendo, no era en broma, ni mucho menos. En este día de hoy y, ahora mismo, necesitaríamos ser dueños de un mundo nuevo. Lo que te quiero comentar lo tengo aquí conmigo: gritándome en el alma y doliéndome, por un lado y alegrándome por otro. ¿Te lo cuento ahora o después de la piscina? Es que no sé. Por un lado quisiera hablarte ya de este asunto pero por otro lado quisiera dejarlo para más tarde. Por ti, porque yo, ya sé lo que sé y no necesito volverlo a saber. Pero pienso en ti. Si te lo cuento ahora mismo quizá el día se te cambie por completo. Y veníamos haciendo unos planes muy bonitos para el resto del día. Pero en fin, tampoco quiero dejarte con la intriga y la inquietud y yo, aunque no lo creas, sufriendo. Porque, en lo que quiero y debo contarte, hay alegría y pena, ya te lo he dicho antes. ¿Te acuerdas que el otro día te hablaba de los perros que, por estas fechas y muchas personas, dejan abandonados en las calles? Muchas de las personas que se van de vacaciones, ahora en verano, esto es lo que hacen con sus perros y otros animales. Sus queridas mascotas. ¿Te acuerdas que te dije que tenía que contarte una historia bonita? Pues te la voy a contar pero no como al principio pensé sino de otra manera. Otra historia parecida y diferente. Esta historia tiene como protagonista un perro y aquella otra también. Aquella historia era triste y ésta lo es más. La primera historia era de un perro abandonado por sus dueños en las calles de una ciudad. Y esta segunda es de un perro que abandona a sus dueños en este mundo y se va a otro lugar muy lejano. Seguro que te estarás diciendo: “¡Cuánto misterio!”. Pues ya se acabó. Voy al grano:

Ayer recibí una carta de la Princesa. De nuestra Princesa del alma. ¿Que no te lo crees? Tampoco me lo creía yo y sin embargo mira ¿qué es esto? Si, compañero del alma, es una carta de la Princesa de tus sueños y de mis sueños. La Princesa existe, está viva y nos escribe. ¿No es para que se nos llene el corazón de alegría? Claro que sí. Y esta es la primera cara de la noticia que quería darte. Es la cara alegre. ¿Qué cual es la otra? ¿La que no es tan alegre? Pues aquí la tenemos. En su carta misma. Lo que ella nos cuenta en su carta. Y lo que nos cuenta es triste, muy triste. Habla de un perro que ha abandonado a sus dueños. ¿Ves? Lo contrario de lo que te decía: no es un perro que haya sido abandonado por sus dueños sino que el perro ha abandonado a sus dueños. Lo contrario de lo que por estos días ocurre. Este perro, llamado Rocky, ha abandonado a sus dueños y se ha ido al cielo. Fíjate qué bonito si en el fondo no fuera tan triste. Rocky es, bueno fue, el amigo y hermano de la Princesa. ¿Ves? Triste y alegre ¡Qué cosas, Dios mío! Pero te dejo que sea ella la que nos cuente la historia. Con sus palabras y sus sentimientos y sus lágrimas y sus penas y su dolor… Te leo su carta, sin más, para que te enteres de golpe, que es como las cosas duelen menos, aunque luego duelan más. Te leo su carta:

“Esta vez no esperes mucho de esta carta porque no va a transmitir otra cosa que dolor y pena. Así que mejor que no lo tengas abierta mucho tiempo, no sea que contagie. Y lo del dolor y la pena, que seguro te preguntarás, pues es porque hoy he tenido que llevar a mi perro Rocky a sacrificar, porque cuando llegué esta tarde a casa el pobre no se podía levantar. No podía ni sostenerse sentado. Tenia una mirada muy tristona como si estuviera diciendo: "Me duele mucho todo el cuerpo y ya no sé qué hacer, no me puedo ni sentar, no tengo fuerzas para nada, quédate conmigo un rato..." Y con esos ojos llenos de lágrimas que tenía el pobre animal... ya estaba en las últimas. Rápidamente me lo llevé al veterinario y me dijeron, para hacerme una idea de la situación del perro, que era como si fuera un humano, tumbado en su cama esperando a morir. Porque estaba en las últimas. No comía desde hacia 2 ó 3 días y en ese periodo de tiempo el pobre perro había adelgazado a una velocidad exagerada. De la cadera hacia abajo su delgadez era de un animal muerto, se le notaban todos los huesos. En fin, que no puedo contar nada bueno de esto. Sólo que ahora sé que está mejor, no siente dolor y espero que exista realmente un cielo para los animales y que ahí vaya él y pueda disfrutar por fin de la vida como se merece. Porque en la vida mortal solo le quedaba vivir en silencio sus últimos días, semanas o meses con dolor y desesperación. Me ha dado mucha pena tener que hacer lo que he hecho, pero era lo mejor para él. Te dejo ya que no puedo seguir hablando... para mí ha sido como perder a un hermano, porque así es como yo le quería. Bueno, pues que os lo paséis muy bien en estos días... Disfrutad de cada momento, que nunca se sabe cuando es la última vez”.

Ea, pues ya está. Esta es su carta y esto es lo que nos cuenta. ¿A que ahora es mejor no decir nada más? ¿A que es mejor guardar silencio y dejar que el corazón sienta y que los ojos lloren? ¿A que es mejor esto? Ella quería mucho a su perro Rocky y su perro se ha marchado al cielo y ahora lo echa de menos y lo llora y dice: “Espero que esté en el cielo”. Como si estuviera muy segura de que existe un cielo de verdad para su perro. ¿Qué me dices tú, Sinombre? Que tiene que existir un cielo ¿verdad? Me pongo en su lugar y pienso en ti. Tú no vas a morir nunca, yo lo sé. Serás eterno y mientras la Tierra exista los humanos te recordarán de generación en generación. Lo sé yo muy bien. No morirás nunca pero me pongo en el lugar de nuestra Princesa y pienso que un día de estos te mueres. ¿Qué me pasaría a mí? Seguro que me moriría detrás de ti. Antes de que acabaras de irte de este suelo ya iría yo contigo agarrado a tu rabo volando al cielo. O quizá llegara antes para esperarte y abrirte las puestas. Si te mueres tú la vida se acaba para mí. Tal como te lo digo. Por eso ahora mismo podemos comprender el dolor de la Princesa. Se le ha muerto su perro, amigo y hermano del alma, y es más que justo que ella sueñe en un cielo para los perros buenos como Rocky. ¿A que lo entendemos? Porque ¿te imaginas que me muero antes? ¿Qué te pasaría a ti? No me lo quieres decir pero sé que te morirías también para venirte conmigo. Al cielo, porque yo espero ir al cielo. A esa estrella que tenemos donde los dos sabemos. Nosotros no podemos vivir ya el uno sin el otro. Por eso, lo que dice la Princesa, tiene que ser verdad. Tiene que haber un cielo para todos los animales que son como Rocky, como Bandolero, como Boli, como tú, que eres mi corazón…Si yo quiero un cielo para ti ¿Por qué no la Princesa lo puede querer para su Rocky del alma?

Y otra cosa más te digo, amigo bueno: Rocky, aunque se ha ido de este suelo y decimos que está muerto, en estos momentos, ya ha entrado a la eternidad. Desde hoy lo van a recordar muchas personas a lo largo de los años y de los siglos. Será recordado eternamente junto con tu nombre, el de Bandolero, el de la Princesa y el mío. Así que tú no estés triste. Y a ella le decimos lo mismo: no estés triste, Princesa.


20- A la sombra del algarrobo de la Senda de los Arrayanes

Y ahora, Sinombre, mira cómo estamos. Ya hemos subido un poco más por la Senda de la Umbría, hemos llegado a la Senda de los Arrayanes y descansamos a la sombra de este algarrobo. Nos hemos tenido que parar para tomar algo de fuerzas. Y te he cogido muchas algarrobas. Te las he puesto sobre el pasto, al borde de la senda y te las comes con gusto mientras me miras. Estabas ya que te morías de hambre. Por mí, hubiéramos seguido subiendo pero a ti ¿qué te ha pasado? La carta de la Princesa y lo que en ella nos cuenta te ha dejado roto. Lo mismo que otras veces te he dicho, te digo ahora: lo puedo entender y creo que lo entiendo. Con lo valiente que eres y las fuerzas que tienes hay que ver como te descuajas por dentro cuando se te muere alguna ilusión, algún sueño, algún trozo del corazón. Lo siento, de verdad que lo siento. Y no te voy a pedir que aclares nada. Tus razones son tuyas y tienes derecho a ellas y yo debo respetarlas. Anda, come un poco más aunque se te hayan quitado las ganas.

Porque, ahora que te miro y te veo tan entusiasmado comiéndote las algarrobas que te he regalado, se me viene a la mente el recuerdo de aquella mañana ¿te acuerdas? Entre los algarrobos de esta Umbría del río te vi. Antes de que saliera el sol, con el fresco del nuevo día. Porque el día se levantaba regalando una temperatura muy agradable y con algunas nubes por el lado norte. Nubes de tormenta que a su vez regalaban relámpagos, pequeñas ráfagas de viento y algunas gotas de lluvia. Al amanecer de aquel primoroso día te vi yo por entre los algarrobos de la Umbría del río. Me vine a tu lado y te pregunté:
- ¿Qué buscas por aquí tan temprano?
Me miraste, parado entre los algarrobos, y seguiste en tus cosas. A veces eres muy misterioso, Sinombre. Como si en ti hubiera un sueño, un dolor, una fantasía, un deseo de amor, más grande que el Universo entero. Y así fue como te comportabas aquella mañana. Casi no me hiciste caso y seguiste en tus cosas como si estuvieras muy interesado en encontrar no sé qué tesoro importante. Ese misterio que, a veces, veo en ti. Pero con tu mirada parecía que me decías: “Tengo ganas de comerme un puñado de algarrobas. Hay muchas en las ramas de estos árboles pero yo no llego a alcanzarlas. Además, cada vez que miro por entre las ramas de estos algarrobos buscando las algarrobas que me gustaría comerme, siento como si alguien me estuviera vigilando. Como si los ojos de alguien muy grande estuviera pendiente de lo que hago”.

Te dije:
- No alcanzo a comprender qué es lo que me quieres decir. Pero te sigo y mirando y te veo tan interesado en el juego que me tienes por aquí esta mañana que me quedo contigo. Vente para este lado. Conozco un algarrobo grande, grueso y viejo, que está cargadito de algarrobas. Vente por aquí conmigo que de este árbol te voy a coger un puñado grande de estas frutas. Un puñado no, todas las algarrobas que quieras y te las voy a regalar para que te las comas. Para que esta mañana sacies tu hambre y te sientas bien.

Y te llevé por la estrecha senda de los algarrobos viejos en busca de lo que andabas buscando. Llegamos enseguida a uno de estos árboles. Al más viejo y grandioso de todos los algarrobos que crecen por aquí. Junto a su tronco y por las ramas altas veo las algarrobas colgando. Tiene muchas y se traban en las ramas hermosas y apetitosas. Son alargadas, gruesas y presentan un color muy fresco y vivo.
- Ven por aquí. Ponte bajo esta rama que me voy a subir en ti. Desde tu lomo verás como alcanzo yo a las algarrobas. Te las cojo a puñados y te las regalo con mucho gusto. Pero me tienes que decir ¿por qué esta mañana sientes tanta hambre de algarrobas? ¿Acaso has soñado con ellas? Porque en la mañana de este día tan especial a mí también me llama mucho la atención. ¿Quién puede estar por aquí vigilando los algarrobos? Te lo pregunto porque me pasa algo parecido a lo que te pasa a ti. Que tengo la sensación de que alguien mira desde el fresco de la mañana y las nubes que trae la tormenta por este lado norte. Pero te voy a coger las algarrobas, tú te las comes y, si alguien se nos presenta y nos pregunta, le voy a decir que en tu corazón hoy tienes hambre de algarrobas.


¿Te acuerdas de aquella mañana? A mi se me ha venido a la memoria al verte ahora comiéndote estas otras algarrobas que hace un momento te he regalado. Pero mira, aunque ahora mismo las chicharras no paren de chirriar y, con la monotonía de su canto parezca que el calor agobia, escucha: te propongo algo para que el día adquiera otro color. Vente conmigo para acá. Vamos ahora mismo al sembrado del poleo. Después de tu buena ración de algarrobas te vendrá muy bien un postre especial. De este poleo tan tiernecico y ya florecido te puedes comer unas matas para que te ayude a hacer la digestión. Sí, mira qué olor más refrescante nos trae el vientecillo que viene de ese lado. Del lado del Barrio de Arriba. Por donde también tengo yo hoy algo muy especial que quiero que sepas. El poleo ya está todo florecido, alto y espeso. Tan bonito y tan verde que entran ganas de abrazarlo, de olerlo todo así a la vez. Y también de revolcarse por el sembrado y dejar que su perfume empape hasta los huesos. No te pares ahí. Acércate y huele y come todo lo que quieras. Hay tanto poleo que no te lo comerías ni en un año. Voy a coger solo unas ramitas por el gusto de llevarlas en mi mano y olerlo y mirarlo. Pero a ti, ahora que caigo ¿te gusta el poleo? Esto es una planta medicinal que cura todos los dolores de barriga, los de las tripas y otras cosas así sencillas. Los dolores del corazón y del alma no los cura el poleo, Sinombre. Pero a ti ¿qué es lo que más te duele hoy? Anda, no me lo digas y come un poco de poleo y unas algarrobas más. Que te miro mientras tanto a ver si veo como engordas y como te perfumas el corazón. Agua bebemos los dos luego en la ducha. Cuando estemos duchándonos podemos beber todo lo que queramos porque tú sabes que el agua viene directamente del manantial. Es el mismo manantial que llena la Fuente de los Nenúfares, la de los Mirlos y la Reguerilla de la Ardilla. Y también la misma que corre por la cascada de tu cuadra y llena tu pilar para que bebas.

Y ahora, aunque da pena irse y dejar aquí este sembrado de poleo tan lustroso, vente par aquí. Por el césped y por la sombra de los álamos. Vamos a la piscina a darnos un buen baño. Un baño largo, relajante y profundo. A ver si el frescor del agua nos llega hasta la sangre, hasta el corazón, hasta el corazón del alma, Sinombre. A ver si la piscina nos transforma y le devuelve al día la luz que, poco a poco, se ha ido yendo. Primero vamos a la manguera de la Encina Grande a ducharnos y luego nos metemos de cabeza en la piscina. Vente por aquí que mientras llegamos te voy a contar lo del Barrio de Arriba.

Mira, mira desde este sitio qué bonita se ve Granada allá al fondo. Como si durmiera una siesta honda y larga o como si nos mirara desde aquella distancia y nos dijera: “Ni me conocéis ni me conoceréis nunca. Habláis de mí y me miráis desde la distancia pero no sé quienes sois vosotros. Solo sabéis de mí lo que desde vuestra distancia observáis”. Y es una ironía esto ¿verdad? Porque vivimos y vamos gastando los días y la vida entera en la cabecera misma de la cuna de Granada. ¿Por qué no estamos más metidos en su corazón y en nuestros corazones ella? En fin, mira qué bonita se ve Granada desde aquí aunque ni la sintamos respirar ni nos sintamos dentro.

En la Vega junto al río
se extiende Granada,
huertas verdes,
casas blancas,
agua y nieve
de Sierra Nevada.

Verdes bosques,
y la Alhambra,
el río Darro
y frente al alba
el Albaicín…

Y el viento que nos regala
un sueño con su pradera
toda de amapolas blancas.


21- La ancianita de la casa blanca del Barrio del Albaicín


Lo del Barrio de Arriba, mientras vamos llegando a la ducha, te lo voy a contar, Sinombre. No sé cómo empezar pero quiero que lo sepas: a la ancianita de la casa blanca del Barrio del Albaicín, la que tanto te quiere, se le ha muerto su marido. Vamos, su vida. ¿Te acuerdas de él? El hombre bueno que se pasaba las horas mirándote. ¿A que lo recuerdas? Siempre me decía que eres el burro más bello del mundo. Que si te hubiera conocido él cuando tenía veinte años habría sido un afortunado. Porque tú lo habrías sacado de muchos apuros. Pues este hombre tan bueno se murió el otro día y a la pobre ancianita de la casa blanca se le ha quedado el alma rota. Se le han secado los ojos de tanto llorar y se ha quedado en los huesos de no comer porque ni hambre tiene. ¡Pobre mujer con lo buena que es!

Fui la otra tarde a verla y a darle un abrazo para que supiera que sentimos mucho la muerte de su marido y me emocioné. Allí estaba ella, entre los suyos, sus hijos y sus nietos y en cuanto la vi me llené de pena. Se ve que también yo la quiero mucho sin que lo sepa. Porque ya te digo: se me cayeron las lágrimas y aunque le di un abrazo, grande y fuerte, me quedé con ganas de más. Como si en el fondo quisiera quitarle aquella pena que tenía. Sabes, Sinombre, cuando una mujer como la ancianita sufre lo que yo vi que sufría la otra tarde, da mucha pena. Es como si uno quisiera que estas personas no sufrieran más. Porque no se lo merecen. Y también porque al verla ya tan mayor uno lo que quisiera es que estas personas solo tuvieran dicha, consuelo y amor en su vida y nada de dolor.

Luego vamos a ir a estar un rato con la ancianita amiga tuya. Me preguntó por ti y me dijo que te recuerda mucho y eso me hizo creer que tiene ganas de verte. Ya sabes lo mucho que te quiere ella y por eso, solo verte, seguro que se animará algo. ¿Te acuerdas la de veces que nos ha dicho que te pareces a un burro que tenía ella cuando era niña? Casi siempre que te ve nos cuenta alguna historia de cuando era niña y su burro Ópalo. Fíjate que nombre más bello: piedra preciosa, azul cielo, rojo fuego, verde hierba… ¿Por qué le pondría este nombre tan bonito a su burro? Siempre que te ve a ti se cree que eres Ópalo. Te llama y le haces caso. Para hacerla feliz ¿verdad? Y por las historias tan bonitas que ella nos cuenta de su burro se ve que la ancianita ha sido muy buena desde niña. Y sobre todo por lo que siempre nos dice de su burro Ópalo o Piedra Preciosa:
- Es que a ese burro mío solo le faltaba hablar.
Y luego nos decía que el animal lo sabía todo, que nunca le dio una patada a nadie y que siempre fue obediente y fiel. ¡Qué bueno sería el burro de la ancianita! ¿Quién aprendería de quien, Sinombre? ¿Aprendió a ser buena la ancianita de su burro o aprendió su burro de ella? Nosotros, siempre que ella nos ha contado estas cosas, la hemos dejado hablar. La hemos escuchado con veneración. De este modo, tú lo habrás notado más de una vez, ella es feliz. Dejamos que hable, nosotros escuchamos y ella es feliz. Y he notado que quizá ninguna otra cosa podría hacerla más dichosa. Parece que, para ella, no hay en el mundo nada más importante que las cosas que vivió de niña. Y de eso podemos estar seguros: no hay nada más que oírla hablar.

- Mi abuelo fue arrendatario del cortijo. Allí nació mi padre. Era un rincón bonito el de aquel cortijo bajo el abrigo de la pared rocosa. Todo lleno de pinos, la casa, el corral, las higueras, los nogales, la era, la cascada, la oscuridad de la covacha, los enebros, las sabinas…Todo aquello parecía un belén a lo grande. Hasta la situación: en mitad de la ladera, justo donde el cortado de las rocas forman un gran escalón y mirando al oriente. Ni en sueño podría quedar más bello. Además, para llenarlo de un encanto todavía más especial, a los pies de ese belén, quedaba el Valle. Desde el cortijo, en las tierras del valle, se fue fijando mi abuelo. Y aunque allí nació mi padre, en los terrenos que fue comprando mi abuelo por el valle, poco a poco construyó el cortijo nuevo…

A los ancianos, Sinombre, lo mismo que a los niños, siempre hay que dejarlos que hablen de sus cosas. Porque así son felices. Luego vamos a ir a la casa de la ancianita. Se alegrará, ya lo verás. Para estar un rato con ella, porque se le ha muerto su vida y ahora está muy sola y, para que te vea a ti. Le dejaremos que nos cuente sus cosas. Le damos otro abrazo y le decimos que la queremos mucho. Al menos de este modo se consolará algo y, como tú le recuerdas a su Ópalo, el sueño y el amor de su infancia, se sentirá feliz añorando las cosas de su niñez.


Al medio día
22- El calor, la ducha y la piscina

Decíamos que no y fíjate, Sinombre, en dos días se ha presentado el calor y ahora ya no se puede vivir. El calor o la calor, que de las dos maneras se puede decir pero nosotros siempre decimos: “¡Qué calor hace!” Y ahora sí es verdad. ¡Qué calor está haciendo hoy! Nos vamos a dar una ducha ahora mismo, con la manguera y el agua del manantial, que nos vamos a quedar nuevos. Ya verás tú. Vente para acá que nos vamos a poner en este lado de arriba de tu pradera. Sobre el césped, en la hierba o sobre la roca caliza de la Encina Grande. ¿Qué prefieres? ¡Ya! No me digas nada que lo sé. Tú prefieres ponerte sobre la roca caliza porque así tus cascos no se te ensucian con la tierra de césped o con la hierba de la pradera. Como sabes que luego nos vamos a meter en la piscina y como sabes que el otro día, tus tres amigas las hijas del jardinero, se enfadaron contigo porque decían que ensuciabas el agua de la piscina hoy quieres ir limpito. Eso está bien. Porque ellas tenían razón: llevaste los cascos todos llenitos de barro. ¿Dónde te habías metido? Y claro, en cuanto entraste en la piscina pusiste el agua que daba pena verla. Así que haces bien cuidar que hoy no se te llenen de barro tus patas.

Para que no se ensucie el agua de la piscina y las niñas estén contentas. Que el otro día no se enfadaron sino que nos advirtieron que eso del barro en los cascos no está bien. Y claro que no está bien ¿Cómo va a estar bien? Tus amigas se toman mucho interés en tener la piscina como una joya. La pintan, la llenan de agua siempre del manantial, la limpian de hojas todos los días, se duchan antes de meterse en la piscina y después… En fin, que son muy cuidadosas y todo lo tienen muy ordenado y curioso. ¿Por qué nosotros vamos a ser unos mal educados? ¡Que no, hombre, que no! Antes de meterse en la piscina, como vamos a hacer dentro de un rato, hay que ducharse para quitarse el sudor y otras suciedades. Que esto es lo que vamos a hacer a continuación. Para irnos enseguida con las niñas que ya nos están esperando. A bañarnos con ellas y a refrescarnos y a quitarnos un poco de este calor tan grande. Pero sobre todo para jugar con ellas. Que anda que no te gusta a ti jugar en la piscina con los niños amigos tuyos. Y a ellos, anda que no les gusta darte ahogadillas, subirse en tu lomo, tirarte de las orejas o del rabo y echarse competiciones contigo. ¡Anda que no! Que me lo digan a mí que siempre que nos metemos en la piscina acabo con ganas de irme a la cama y de no querer saber ya nada de vosotros. Vamos, con ganas de no repetir más. Esto es lo que siempre digo después de una tarde contigo en la piscina y con las niñas. Pero al día siguiente, como ahora mismo, me pasa como a ti: que ya estoy deseando de meterme en el agua otra vez.

Así que venga, vete preparando y te pones en lo alto de la roca caliza. Que voy por la manguera, la cuelgo en la rama de la Encina Grande, abro la llave del agua y en dos segundos ya estoy ahí contigo disfrutando bajo la ducha. Voy por la manguera que mira como se ríen las niñas en la piscina. ¡Anda que no se lo están pasando bien! Si solo con oírlas ya entran ganas de salir corriendo y tirarse de cabeza al agua. ¡Mira, mira cómo se ríen y se tiran agua! Vamos corriendo que nos estamos perdiendo lo mejor, Sinombre, vamos corriendo. Tú a la roca y yo a por la manguera. Pero espera un momento. Antes de que se me olvide quiero decirte algo. Aquí entre nosotros y de amigo a amigo. Y no es que tenga nada que reprocharte pero te lo digo para que lo tengas en cuenta. Cuando ahora nos vayamos con las niñas a la piscina no se te vaya a ocurrir a ti hacerte pipí dentro del agua. Y no te enfades porque te diga estas cosas. Sé que es algo que tú nunca has hecho. Pero te lo comento para que lo tengas en cuenta. Que no te hagas ni pipí ni otras cosas en el agua de la piscina. Aunque veas que otros niños o personas mayores sí lo hacen. Hay niños y mayores que son así. Que si yo te contara a ti hasta se te iba a poner la cara roja de vergüenza. Que los humanos, con la excusa de este calor, ahora se meten en las piscinas y en las playas y anda que no hacen cosas ahí dentro. Mejor ni decirlo. Así que, aunque seas un burro o porque eres un burro, ya sabes: siempre antes de entrar a la piscina, duchado. Nunca te hagas pipí en el agua de la piscina y a respetar a todo el mundo. Ahí se mete uno para refrescarse, para nadar, para estar con los amigos, para jugar… para todo lo que sea menos para lo que ya te he dicho ¿vale? Que aunque seas un burro tú a comportarte como Dios manda: con dignidad y educación que es como debe ser. Que nunca nadie tenga que decir nada de nosotros.

Y voy, voy corriendo a coger la manguera que el día se nos pasa y mira qué risas tienen las niñas en la piscina. Se lo están pasando genial. ¡Vamos nosotros ahora! Ya tengo aquí la manguera. La sujeto en la rama de la Encina Grande y la pongo mirando a la roca. Vete un poco más allá que abro la llave del agua para hacer una prueba. A ver si cae en el sitio que tiene que caer. ¡Venga, agua va! ¡Uy, qué fresquita sale hoy! Como el agua de la Fuente del Avellano. Pero no corras que esto es la primera impresión. Espera, que dejo la manguera bien puesta y con la llave abierta, y me voy contigo bajo el chorro cristalino. Y si me ves que salgo corriendo me sujetas para que no me escape porque a mí también me da miedo meterme bajo este chorro de agua tan grande y frío. Que apetece pero da miedo. ¡Hay que ver! Con el calor que hace y en cuanto nos caen dos gotas de agua encima ya estamos asustados y haciendo aspavientos. ¡No tenemos remedio! Pero no se te vaya a ocurrir a ti ponerte a rebuznar que como nos oigan las niñas se vienen corriendo aquí y entonces es cuando liamos el lío padre. Que dejan ellas la piscina y se vienen aquí en dos saltos porque se divierten más. Tú no rebuznes que yo también me voy a poner un poco más formal. Y si el agua está fresquita mejor. Así se nos quita el calor de verdad. Venga, darte la vuelta que te voy a dar una refriega por el lomo y luego por entre las orejas y la barriga. Que te quedes limpico de verdad. ¡Que hay que ver como te has puesto! Los niños y tú y las moras y el agua de la Fuente de los Nenúfares. Te echo unas gotas de champú y con el cepillo de raíces te restriego suave para sacarle brillo a tu pelo. Que tu pelo vuelve otra vez a tener el brillo y la suavidad de siempre.



23- Preparados para la piscina


Ea, ya estamos listos para irnos a la piscina a darnos un baño y a jugar con las niñas. Mira qué limpicos nos hemos quedado y mira qué olor a sano echamos ahora. Para que nadie diga que eso de que un burro se bañe en una piscina no es normal. ¿Por qué no puede ser normal, Sinombre? ¿Me lo sabes explicar? Si a ti te gusta el agua y sabes nadar como el primero y además te gusta el juego y eres divertido ¿Por qué no te puedes bañar en una piscina? Además, nosotros tenemos aquí nuestra piscina propia. Nadie nos va a cobrar entrada ni nos va a poner normas ni horarios ni nada. A nadie vamos a molestar ni al revés. ¡Y anda que el agua de nuestra piscina no está limpica y fresquita! Sin cloro ni nada porque es agua del manantial de los álamos. Y como la tenemos a la sombra de los álamos centenarios en nuestra piscina solo hay frescura, tranquilidad, perfume a limpio y juegos de niños. El tono verde de la hierba, del jardín y del bosque y la risa de las niñas con sus amigos es lo que hace que nuestra piscina tenga un encanto especial. Y ahora con este calor, un rincón con la tranquilidad y frescura como el nuestro, es lo mejor del mundo. Así que vente para acá que voy a ir guiándote para que no pises donde te manches mucho. Ven por aquí y no metas mucho ruido. Vamos a ir sigilosos para sorprender a las niñas. ¿Te has dado cuenta que hoy tienen ellas ahí a dos amiguitos nuevos? He visto a Sergio, el niño de los cuatro años, y a su hermana mayor, Ely. ¡Uy “La Ely”! Vete preparando que la rubita te quita la vida esta tarde. Corre y grita y juega y no para un momento. No se cansa nunca. Parece como si ella fuera todo juego, nervios y sonrisas. Prepara el cuerpo que ya verás el meneo que te van a dar. Pero ven por aquí. Les vamos a entrar por detrás y cuando estén descuidadas nos acercamos, les damos un pequeño empujón y las echamos al agua. ¡Verás qué divertido! Pero prepárate después. Que en cuanto reaccionen y salgan del agua será la guerra. Querrán vengarse y ya verás. Con lo que les gusta a ellas el juego, en cuanto las provoquemos, verás como se ponen. Mejor es que nos trague la tierra antes que caer en sus travesuras. Pero venga, hay que ser valientes. Si la vida no se llena de alegría, de fantasía, de sueños y juegos ¿qué es la vida?

¡Vaya, hombre! Mira, ahora se ha puesto a cantar otra vez el pájaro del Pino de las Tres Horquillas. Como si hubiera estado esperando a que viniéramos a la piscina para llamar la atención. ¿Lo oyes? Y este pájaro me tiene intrigado. ¿Sabes por qué? Desde hace unos días, estos días que llevamos de calor, cuando paso cerca del Pino de las Tres Horquillas siempre lo oigo cantar. Y me tiene intrigado por esto precisamente y porque no logro identificar qué clase de ave es. Su forma de cantar, su canto, me remite a algún pájaro que conozco pero no estoy seguro. Por un lado sus trinos se parecen a los de un ruiseñor. Pero oigo cadencias y modulaciones que nunca antes he percibido en el canto de los ruiseñores. El canto de los ruiseñores es característico y tiene un matiz inconfundible. Este pájaro, el que ahora mismo canta en el Pino de las Tres Horquillas, no es un ruiseñor aunque su canto se parece. ¡Escúchalo verás! Por esto estoy tan intrigado. Si no es un ruiseñor ¿qué otro pájaro puede ser? He pensado en una curruca pero también lo descarto. Las currucas no cantan de este modo ni mucho menos. Y un gorrión tampoco es. Los gorriones, con estar todo el día entre los humanos, ni siquiera han aprendido a cantar bonito ni a andar como Dios manda. Los gorriones son unos pataletos que hasta para moverse por el suelo lo hacen siempre saltando. ¿Te has dado cuenta de eso? Y se pasan el día lanzando trinos que más bien son algarabías, llamándose entre ellos o avisándose de algo pero sin que tengan cantos graciosos. Así que, en el caso de este pájaro del Pino de las Tres Horquillas, los gorriones también quedan descartados. ¿Y qué otro pájaro nos queda que viva por aquí y que pueda cantar entre las ramas de los pinos cuando más calor hace? Nos quedan los jilgueros, los carboneros, los chamarices, los mirlos, las palomas y las tórtolas turcas. Porque las aves rapaces es muy raro que canten en plena luz del día. Y los otros pájaros que te he nombrado ninguno tiene un canto tan fino como el que oímos ahora. Una oropéndola o una abubilla tampoco es. Así que te pregunto otra vez: ¿qué pájaro es el que llevo oyendo cantar varios días en el Pino de las Tres Horquillas? Tampoco lo sabes tú, claro. ¿Pero lo oyes o no? Cuando luego salgamos de la piscina nos vamos a venir por aquí y nos vamos a poner a la sombra del pino a ver si tenemos la suerte de verlo. A ver se adivinamos qué pájaros es éste que canta tan fino cuando más calor hace.

Así que déjalo que continúe él ahí con sus canturreos y seguimos con lo que tenemos entre manos. Luego al caer la tarde a ver si lo averiguamos. Que también tengo que hablarte de algunas cosas muy curiosas. Algo que ocurre ahora por aquí, por este jardín nuestro, todas las tardes y que a lo mejor ni siquiera te has dado cuenta tú. Tiene relación con algunos de los pájaros que ya te he nombrado antes. Los gorriones, los vencejos, los murciélagos y las ranas. Fíjate que cuarteto más original. Es otra cosa curiosa que vengo observando en los últimos días y que de igual modo me tiene intrigado. Pero ya te digo, de esto, hablamos luego. Ahora toca la piscina. Que se nos acaba el día y no nos metemos en el agua. Pero no, ya estamos aquí. A dos pasos de la piscina y ya las estamos viendo. Las tres niñas, tus amiguitas con sus amigos, y míralos qué graciosos y qué bien se lo están pasando. Todavía no nos han visto. Tápate aquí con estos mirtos y nos aproximamos por el lado de los álamos.

A ver si se sientan ahí al borde de la piscina. Que nos acercamos así de pronto y les damos un empujón verás qué susto se van a llevar y verás que reacción van a tener. Ocúltate un poco más entre estos arrayanes. ¡Mira la morenilla qué bien nada! Caty que es la que tiene los ojos negros como tú y también mira así profundamente y llena de serenidad. Qué guapa y buena es ¿verdad Sinombre? Ya se le ha pasado el disgusto. ¡Menos mal! Parece la menos alegre pero luego es la que tiene las ocurrencias más originales. Y la que tiene mejor corazón y la inocencia de un ángel. Que esta Caty hay que ver lo inteligente que es. No he visto, en mi vida, una niña más lince y trabajadora. Y cariñosa ¡anda que no regala cariño! Que a ti te quiere a rabiar. Espera un poco a ver si se sale del agua y se sienta en el borde como tantas veces. A ella le gusta mucho sentarse en el borde de la piscina, meter los pies en el agua y ponerse a jugar dando pataditas. ¡Qué juguetona es! Espera que cuando esté en ese juego es el momento de acercarnos por detrás y las echamos al agua. Tú empuja a Caty y yo a Mary y a Lucía. Una con cada mano y, como tú no tienes más que un hocico, con él empujas a Caty pero con cuidado. No le vayas a hacer daño. Solo un empujón suave para que caiga a la piscina y nos riamos un poco.



24- Maquinando una travesura


No te muevas mucho ni metas ruido porque como nos descubran ya se nos estropea el plan que estamos ideando. Mira, Caty se ha parado junto a la escalerilla grande. Se agarra a los hierros y se sale del agua. ¡Qué guapa es así con su bañador azul y sobre el fondo del verde césped y del jardín! ¡Quieto, no te muevas que viene hacia nosotros! Como le dé por buscar la sombra de este álamo para acostarse en su toalla sobre el césped se fastidia el plan. Pero no, se acerca a las otras niñas. Le dice algo. ¡Espera, espera a ver si oigo de qué hablan! Sí, creo que le piden que se siente con ellas al borde de la piscina a tomar el sol. ¡Hay qué bien! Nos van a salir las cosas que ni a pedir de boca. Mira, ves, las tres se vienen para este lado por el borde de la piscina. ¡Quieto, quieto, no te muevas que nos descubren! ¡Qué emoción tengo! Tú ya sabes lo que te he dicho: en cuanto estén sentadas nos ponemos de acuerdo y te prepara para empujar a Caty. Es que a ella le gusta mucho que le hagas travesuras. Y luego también es algo más contenida a la hora de jugar contigo. Que Mary y Lucía te comen vivo. Aunque de todos modos te lo advierto: esto será la guerra a partir del momento en que entremos en acción.

Y ya está: las tres se han sentado en el sitio y del modo que necesitamos. Ha llegado el momento en que no podemos echarnos para atrás. Así que prepárate y te doy las últimas instrucciones para luego después. En cuanto las empujemos nos venimos corriendo por este lado de la piscina. Por el fresno grande que es donde la piscina tiene su rampa para meterse en el agua poco a poco como si fuera una playa de verdad. Por aquí nos metemos rápido. Hasta que nos cubra y luego nos ponemos a nadar. Así escapamos de sus primeras reacciones y no les damos la oportunidad de que nos tiren al agua como nosotros a ellas. Aunque no sé. Creo que no está bien. Tendríamos que dejar que ellas también nos empujen y nos echen a la piscina. Que lo mismo que nosotros vamos a sentir el gusto de empujarlas y tirarlas al agua que ellas también puedan tener esta satisfacción. Porque no es bonito que le hagamos una travesura y luego no les demos la ocasión y que repitan lo mismo con nosotros. ¿A que no es bonito esto? Por eso estoy pensando que, aunque en un primer momento nos metamos en el agua, enseguida salimos. Para ponernos a tiro y darles la oportunidad y que se tomen la revancha.

Como sea tenemos que buscar la manera de ponernos en situación y que ellas puedan tener el gusto de empujarnos y echarnos al agua. Y lo mejor para esto es salirnos en cuanto se calmen las cosas y nos venimos andando por el borde de la piscina como distraídos. Como quien no oye llover. Como si no les tuviéramos miedo. Dejamos que se nos acerquen y ya verás como nos dan el empujón y pataplum, al agua pato. Si hacemos esto ellas se sentirán bien porque nos devolverán la travesura. Luego seguimos con el juego según se vayan presentando las cosas y así, en el fondo, todos quedamos igualados. Travesura por travesura y ninguno menos que el otro. Porque ellas no son un juguete sino personas humanas con dignidad y corazón y es como debemos tratarlas. Para que se sientan importantes y felices y no menos que nosotros. Que esto no es bonito ni bueno. Hay que buscar pasarlo bien, sin ganar ni perder, para que los otros siempre queden con su dignidad y orgullo. Y, con estas amigas nuestras, con el corazón tan bueno que tienen ¿cómo vamos a ser malos? Esto ni hablar, Sinombre.

Así que ya lo tenemos todo a punto. Preparados por dentro y por fuera y ellas a dos pasos nuestros tranquilas tomando el sol. ¡Míralas qué bonitas! Si parecen un sueño por la belleza que reflejan y lo angelicales que son. ¿No se te llena a ti el corazón de ternura? Te lo noto en los ojos y no me diga que no. Te noto que te está pasando como a mí. Que las ves tan delicadas, aquí en sus juegos y en el rincón verde, que hasta te estás reblandeciendo por dentro. Que te echas para atrás y dudas si llevar a cabo o no el plan que hemos pensado. ¿Verdad que da pena hacerles una travesura como la que hemos maquinado? Te preguntas lo mismo que yo y eso lo estoy leyendo ahora mismo en tus ojos. Y lo que te preguntas es: “¿Y si le hacemos algún daño? ¿Y si caen al agua de mala manera y se dañan sin querer?” Sería terrible, Sinombre. No quiero ni pensarlo. Porque creo que tienes razón: puede que al empujarlas ellas hagan algo para defenderse y algunos de estos movimientos terminen en un accidente. Sin que nadie lo queramos pero las cosas pueden ser así. Y claro, si ocurre algo de esto, fíjate como nos íbamos a quedar unos y otros. Enfadados no pero nos sentiríamos culpables y ya se estropearía el día, la tarde y hasta el verano entero.



25- Juegos en la piscina

A ver, déjame tú, amigo bueno, que mire tus ojos. Porque alguna vez ya te lo he dicho: tus ojos son para mí el mejor diccionario del mundo. En ellos puedo encontrar y leer todo aquello que nunca nadie podrá leer en ninguno de los libros escrito por los humanos. Tus ojos son las ventanas de tu alma y corazón y por estas ventanas miro y veo los paisajes más bellos jamás soñados. ¡Qué universos más hondos, limpios y hermosos, veo a través de las ventanas de tus ojos! ¡Por eso tus ojos, Sinombre, Dios mío, cuánto son tus ojos! Mira para acá y déjame ver. ¡Qué ojos más serafines tienes! Negros como dos escarabajos de cristal, profundo como un cielo estrellado y limpios como los lagos que conozco en las montañas que amo. Y ahora mismo en tus ojos veo y leo lo que ya me esperaba. No quieres que les hagamos a las niñas las travesuras que hemos dicho. Lo leo en tus ojos y no tengo dudas. Lo que habíamos planeado hay que olvidarlo. Porque como yo, también tú, ves y descubres la preciosidad que son estas criaturas. Pues no se hable más. Desde ahora mismo queda olvidado esto de empujar a las niñas y echarlas al agua. Olvidamos el plan planeado y ponemos en marcha lo que estoy leyendo en tus ojos. Que nos acerquemos a ellas ofreciéndoles amistad, cariño, respeto… Que ellas vean que somos buenos amigos y que estamos aquí para darnos un baño en su compañía y pasarnos un rato agradable. Si surge el juego y quieren jugar y nosotros también pues nos ponemos a ello. Pero siempre desde el limpio respeto. Porque tú tienes razón: son tan maravillosas y tienen un corazón tan puro que lo único que merecen es lo que venimos diciendo: ternura. Si las niñas, Sinombre, todas las niñas del mundo, son mariposas. Como azucenas. Gracias por recordármelo.

Así que vente para acá. Abandonamos el escondite que tenemos a sus espaldas y nos presentamos a ellas saludando con educación y pidiendo permiso. Que esto siempre es necesario y con los niños más. Las vamos a invitar a que se bañen y si no les apetece, porque llevan mucho rato en el agua, nos bañamos solos. Que también nos lo pasaremos bien como otras veces. Venga, salimos del escondite los dos a la vez. Y mira, en cuanto han sentido el ruido de nuestros pasos han mirado y ya nos han visto. ¡Fíjate como se alegran! Nos acercamos y saludamos. ¡Qué contentas se han puesto! Como si se alegraran que estemos aquí. Y a nuestro saludo Caty es la primera en abrirnos sus brazos:
- ¡Qué bien que hayáis venido! Ya nos habéis llenado la tarde de dicha.
Ni siquiera le vamos a preguntar por lo que ocurrió hace un rato. Tú, como si nada hubiera acontecido. Ella, como todo el mundo, tendría y tendrá sus razones y, si ya lo ha olivado, ¿para qué remover otra vez las cosas? Les pregunto:
- ¿Podemos darnos un baño aunque estéis vosotras? Sinombre tiene mucho calor. Acabamos de ducharnos para estar limpicos y venimos dispuestos a echar un rato de juego si os apetece. Mirad, veis como no mentimos. Nuestras caras, manos y pies huelen a limpio y brillan como soles. Que no somos mentirosos.
Y Caty responde enseguida:
- Primero os pido perdón y luego os contaré. Os lo tengo que contar para que os enteréis. Y ya veréis… Y ahora, claro que podéis bañaros todo lo que tengáis ganas. Y lo de jugar, ven para acá ahora mismo, borriquillo corazón mío, que nos vamos al agua como los peces. Mira, yo me voy a tirar de cabeza desde aquí y tú me persigues a ver si me alcanzas. El que llegue primero al otro lado de la piscina ese gana. Y el que gane, a la vuelta, tiene que remolcar al otro. Si gano me agarro a tu rabo y me traes al remolque desde aquel lado a éste. ¿Qué te parece mi idea? Genial ¿verdad? Pues venga, prepárate que nos vamos al agua ahora mismito.

Caty se pone en acción seguida de sus dos hermanas. Todas se han llenado de gozo al verte pero la que más, ha sido Caty y Mary. Se acerca Mary a ti y te susurra:
- Y cuando vuelvas de tu primera vuelta por la piscina ya sabes lo que te espera. Sobre tu lomo esta tarde nos vas a pasear a todos. Y más a la chiquitaja Ely. ¡Mira qué niña más guapa es Ely y su hermano Sergio! ¡Pobretica Ely! hace unos días que ha pasado el sarampión y ahora solo tiene ganas de piscina, de aire fresco y de juego. Y de Sergio ¿qué me dices? ¡Fíjate qué guapo y lo contento que se ha puesto en cuanto te ha visto! El primer paseo en tu lomo y tú nadando va a ser con Sergio. Para animarlo y que vea que eres un burro bueno. Venga, vamos al agua.

Caty se tira de cabeza y tú corres para el lado del Fresno Grande que es por donde la piscina tiene rampa para entrar poco a poco. Por aquí te metes a toda prisa mientras te miro y animo. Me quedo junto a Sergio y con Ely y te miro entusiasmado. ¡Te has puesto tan contento! Y qué gracia tienes corriendo por la piscina aguas adentro persiguiendo a Caty. Pero ella te gana en la primera vuelta. Te coge delantera porque se ha tirado desde el borde de la piscina y tú has tenido que ir al principio de la rampa. Así que Caty juega con ventajas pero como es un juego, entre vosotros, no me meto yo. Te miro y me doy cuenta que te tomas mucho interés en alcanzarla. Trotas aguas adentro y en cuanto el agua te llega a la barriga te pones a nadar. ¡Con qué elegancia nadas tú! Me acuerdo en estos momentos de la Princesa y de Bandolero y con toda el alma quisiera que estuvieran para que gozaran de tu belleza. Nadas a toda prisa porque le quieres ganar a la niña de ojos negros. Desde el borde de la piscina te animamos y yo más que nadie. Pero Caty llega antes al otro lado. ¡Cuánto lo siento! Y sin embargo lo aceptas y también Caty que te espera agarrada a los hierros de la escalerilla. Te da un cariñoso tironcillo de orejas al llegar a su lado y te dice:
- Te he ganado pero no te apenes. Es que te cogí ventaja al salir. Ahora vuélvete que lo prometido es deuda. Como premio me tienes que llevar al remolque. Me agarro a tu rabo, tú nadas y yo me dejo arrastrar.
¡Lo lista que es Caty! No debo ni quiero decir nada pero creo que ella lo que pretendía era agarrarse a tu rabo y que le dieras un paseo por la piscina. Lo ha conseguido y con belleza.

Por eso ahora ya no quiere competir contigo sino jugar a que la salves. Y te prestas al juego porque ella es tu amor. ¡Qué divertido es nadar salvando a la niña más hermosa del mundo! A tu corazón, a tu alma, a tu cielo. ¡Qué suerte tienes y cuanto te envidio! Como aquella mañana ahora también quisiera darle un beso. Pero Caty es tu cielo. ¡Qué orgulloso te sientes! Te sigo mirando y no quepo en mí de lo feliz que soy. Te aplaudimos al llegar y en estos momentos todos los niños se echan al agua. Como si te estuvieran esperando para atracarte y que no te escapes. ¡La que se lía en unos minutos! Todos quieren jugar contigo. Todas las niñas quieren agarrarse a tu rabo, subirse en tu lomo, tirarte de las orejas, echarte agua por la cara… Para todas estas niñas y Sergio eres ahora mismo su juguete más bello, la felicidad suprema. Y para Caty, su héroe. Cuando juegan las niñas contigo, cuando te empapan de su ternura, cuando te dan a comer su corazón, cuando se deshacen en miel frente tus ojos, cuando son tus ángeles y te emborrachan de cielo, qué feliz eres, Sinombre. ¡Quién pudiera besar a las niñas como las besas tú!

La tarde se ha llenado de asombro
por la sombra de la tarde
que se enreda entre los chopos
¿Notas tú si le falta algo
a la tarde blanca y oro?
La tarde tiene nuestro nombre
en su corazón hermoso
y un beso revolotea
entre la hierba, en lo hondo.


Por la tarde
26- Después de la piscina, la tarde ¡qué bonita!


Lo de la piscina esta tarde, compañero del alma, casi nos quita la vida. ¡Hay que ver qué divertido pero cuanto jaleo y qué machacados nos hemos quedado! Tú lo estás más, eso se nota. Pero ha merecido la pena ¿verdad? No has parado de jugar con las niñas y con Sergio. ¡Eres un niño grande! Sergio por un lado venga tirarte de las orejas y tú, como si nada. Como si te gustara que te tiren de las orejas y más cuando lo hace un niño tan gracioso como Sergio. Mary subiéndose en tu lomo y tu nada que nada de un lado a otro de la piscina y sin cansarte de pasearla. Una veces ella sola, otras veces con Sergio y otras veces los dos juntos. Tendrás el lomo hecho papillas. Fue una idea acertada que tomaras fuerzas nuevas con las algarrobas y el poleo que si no ya me hubiera dicho a mí. ¡Pero anda que no te he visto feliz! Y Lucía venga darte ahogadillas y venga reírse cada vez que sacabas la cabeza del agua y el agua te chorreaba por la frente, los ojos y las orejas. Pero cuando más se ha reído ha sido cuando te oía y veía resoplar por la nariz para echar fuera el agua que por ahí se te colaba. Que resoplas con una fuerza que asustas a cualquiera. Si fueras un dragón y echaras fuego por tus narices, a cada resoplido tuyo, todos tendríamos que salir echando chispas de tu lado para no quemarnos. Que las llamas alcanzarían veinte metros o más. Pero con Lucía, mientras ella se partía de risa viéndote chorreando, tú sacudías la cabeza para librarte del agua y las gotas nos salpicaban a todos. ¡Hay que ver qué fuerzas tienes! Cuando sacudes tu cabeza, después de las ahogadillas que te da Lucía, parece que está cayendo una tormenta del cielo. Las gotas de agua salpican para todos lados y caen en tanta cantidad que hasta la piscina parece ahogarse en un diluvio. Y tus ojos ¡cómo brillan al sacar la cabeza del agua! Menos mal que el agua de esta piscina no tiene cloro. Viene del manantial y se renueva sin parar. Que si no tus ojos esta tarde se habrían puesto rojos o amarillos de tantos lavados. Y lo digo porque también tú, por tu cuenta, te has dado algunas ahogadillas. Para disfrutar y que ellas siguieran animadas contigo. Que todo hay que decirlo. Te voy a preguntar luego unas cosas. Pero luego.

Porque ahora sigo con lo de la piscina esta tarde. Que Caty tampoco te ha dejado respirar. Venga desafiarte para ver quien nada mejor y luego agarrarse a tu rabo para que la remolques. A veces te has juntado con tres encima tuya. Y yo, que no he dejado de mirarte en toda la tarde, hasta he sentido miedo. Temía que las niñas acabaran con tu vida para siempre. Que te podías haber hecho daño con tantos niños en tu lomo. Miraba al cielo, te miraba a ti, miraba a los niños y luego miraba otra vez al cielo y exclamaba:
- ¡Ay Dios mío! Que me quedo sin mi burro. Que estos niños, esta tarde, acaban con mi corazón.
Pero menos mal que tú no eres un burro de cristal sino de carne y hueso y con mucha fuerza. Un burro entero como Dios manda. Pero sobre tu lomo he visto a la Ely, la más pequeña y pesa poco, también iba Sergio y Mary, agarrando a los dos pequeños para que no se cayeran. Y tú tan pancho nadando de un lado a otro, llevándolos sobre tu lomo y dando paseos por donde no cubre el agua. Los niños en tu lomo venga reírse y morirse de gusto mientras las dos niñas, Lucía y Caty, una delante y la otra al lado tuya para sujetar a los pequeños, también riéndose y dándote palmaditas en las nalgas para que nadaras. Y, obediente y dócil, tú sin rechistar en ningún momento. Aguantando las bromas y las risas y los juegos que a los niños se les ha ocurrido. ¡Hay que ver lo que aguantas y lo pacífico que eres con los niños! Y me alegro de esto mucho. Que es lo que siempre te he dicho: que a los niños hay que quererlos mucho, mucho, mucho. Que ellos son ángeles y tú eres para ellos como su corazón, su fantasía, su mundo de sueños. Por eso te repito que me alegro que esta tarde hayas hecho ta feliz a los niños. De verdad que sí. Contigo esta tarde en la piscina, las niñas y Sergio, han sido los más dichosos del mundo. Los has divertido como a ellos les gusta y ni siquiera has rebuznado ni has dado coces. Para no asustarlos ni hacerles daño. ¡Qué bien te has portado con ellos en la piscina! Así que miro al cielo y repito:
- ¡Ay Dios mío! Gracias porque todavía mi corazón, sigue con vida. Y que sea por mucho tiempo, Señor.

Y ahora nos hemos venido a la sombra de los álamos a descansar un poco. ¡Menos mal! ¡Que vaya diíta el de hoy! Ahora, ayudar a una niña a subirse en tu lomo, al rato, bajarla de tu lomo, después ir a por la pelota, echarle la pelota a Sergio, ayudar también a que no se caiga de tu lomo, nadar contigo, hacer del arbitro en tus competiciones con unas y otras, que vente por aquí, que vete por allí, para allá, para acá… Que entre unos y otros me habéis mareado y tengo la cabeza que ni sé dónde la tengo. Y lo que quiero decirte es que no he parado en toda la tarde. Todos acudís a mí para que resuelva esto, aquello y lo que no está escrito. Vuestros problemas, vuestros gustos, vuestros sueños, vuestros juegos. ¡Qué jaleo, Sinombre! Lo de la piscina tiene más tela de lo que a primera vista parece. Porque a las niñas no hay quien las agote y cuando están contigo se vuelven locas. Parece como si no hubieran visto a un burro en su vida. Y esto de jugar y nadar con un burro de verdad en una piscina en serio que es divertido para ellas. Y lo entiendo: porque un burro como tú ¿Qué niños en el mundo lo tiene a su lado?

Y ahora ya, te lo repito, menos mal que podemos descansar a la sombra de los álamos y sobre este césped verde y fresquito. Vente a mi lado y deja a las niñas por un rato. Que se acuesten ellas en sus toallas, también en el césped y al sol, y que se pongan morenas. Quieren ponerse morenas como todos en verano. Déjalas ahí un rato con sus cosas y luego las llamamos. Que también los niños necesitan respirar. Necesitan tener su intimidad, su silencio, su mundo. Nosotros nos quedamos aquí, más cerquita de este sembrado de poleo en flor y por donde viene el agua que llena la piscina. ¡Mira que fresquito y que olor más agradable! ¡Esto sí que es gloria bendita después del trote del baño! ¿Te has dado cuenta del plantío de poleo que hay este año por aquí? Y como ya está florecido y tiene tanta salud mira qué verde tan brillante y qué olor más delicioso para una tarde como esta. Después de lo de la piscina ningún otro regalo podría ser más relajante. Estar aquí, a la sombra de los álamos, recién salidos del agua, con el olor del poleo y del césped regado, esto sí que es el cielo, Sinombre. ¿A que sí? Pero más cielo es cuando el airecillo nos trae el aroma de la hierbabuena, de los jazmines y de la hierbaluisa que tenemos cerquita. La hierbabuena también este año crece muy saludable y espesa. Por el lado de abajo del poleo y extendida como formando un prado primoroso. ¿A ti te gusta la hierbabuena? Creo que no. Ni tampoco la hierbaluisa ni los jazmines. Te gusta como a mí, que el aire se preñe de su esencia a estas horas de la tarde, y respirarlo a la sombra de los álamos. Esto sí te agrada pero comerte las plantas ya no te gusta tanto. Las amapolas y el trébol sí que son tu locura. Si la hierbabuena y el poleo hubieran sido amapolas o tréboles ya te lo habrías comido todo. ¡Que esto lo sé bien! Pero ¿a que agrada mucho que el aire huela a jazmín? Y conforme va cayendo la tarde y, cuando dentro de un rato llegue la noche, verás qué olor echa el jardín. Huele a jazmines, a hierbabuena, a poleo, a manzanilla, a mejorana y a hierba luisa. ¡Casi na, como diría quien me sé! Y eso que las damas de noche todavía no han florecido mucho. Dentro de unos días ya verás, por las tardes y por las noches, a lo que huele el aire de este jardín.

Que en fin, Sinombre, que es una gloria este paraíso y más en estos momentos. Porque mira las niñas, qué bonitas ellas. Ahí tumbadas al sol, en sus toallas, sobre el césped y, la sombra de los álamos, jugando con ellas. ¡Qué bonito! ¿A que parecen que están soñando con los ángeles? ¡Qué criaturas más hermosas son estas amigas nuestras! Y como se está tan agustico aquí, después del gran baño en la piscina y tanto juego, pues ahora esto es como flotar en las nubes en un cielo mágico. ¿Verdad? Déjalas tranquilas que nos vamos a dedicar a observar algo muy curioso. Te voy a contar lo que te decía antes. Y luego te cuento algunas historias sencillas que también te van a gustar mucho. Pero antes de empezar déjame que me recueste en tu barriga. Cuando estoy a tu lado, recostarme sobre tu barriga, es lo que más me gusta. Quizá por lo blandica que es, por lo suave que son tus pelos o porque me siento más cerca de ti. Así, ahora es cuando de verdad me encuentro en la gloria, gloria. Sigue acostado sobre el fresco césped y a la sombra divina de estos esbeltos álamos. Que así, tal como me he quedado, te lo voy a narrar.

Empiezo: mira para donde miro yo y verás. ¿Te das cuenta el ajetreo que me tienen los gorriones y los vencejos? ¿Sabes por qué los gorriones se lanzan al aire, hacen un requiebro y rápidos vuelven a las ramas del fresno y a los álamos? Es que están cazando mosquitos. Se están merendando a todos los mosquitos que a estas horas levantan vuelo. Mira, mira que divertido. Uno, otro, otro… No paran un segundo. Parece como si todos los gorriones se hubieran venido ahora mismo aquí para hacernos una exhibición. ¿Y sabes por qué se han venido a este rincón del jardín? Porque es donde crece la hierbabuena y el poleo. Como donde se crían estas plantas hay mucha humedad los mosquitos viven entre las hojas y la humedad y al caer la tarde se van al aire a darse una vuelta. Los gorriones y los vencejos lo saben y mira que bien se lo montan. Se meriendan a todos los que levantan vuelo. Y como hay tantos mosquitos en un ratillo ya están apañados para dormir con el buche lleno. Porque los gorriones y los vencejos tienen buche y tú y yo tenemos barriga, que no es lo mismo. Los vencejos vuelan más alto y no paran de trazar círculos. Mira verás también que bonito es observarlos sin prisa. ¡Cuántos hay por hoy aquí! ¡Madre mía! ¿Serías capaz de contarlos? Y ya verás. En cuanto oscurezca un poco los gorriones se marchan y se aparecen los murciélagos. Para que los mosquitos no tengan la vida fácil. Porque los murciélagos le dan otro buen tute. Hasta las tantas de la noche están ellos dale que te pego detrás de estos insectos. Y cuando ya se retiran los murciélagos entran en acción las ranas. Las que viven en la Fuente de los Nenúfares, en la Fuente de los Mirlos, en la Fuente de los Lirios y las que se apañan con el agua de la Reguerilla de la Ardilla. ¿A que esto es muy divertido? En este jardín la actividad y la vida no para nunca. Y desde que vives aquí no te puedes hacer una idea la vida que esto tiene. Y cuando pase el tiempo… bueno, no te lo digo. Vamos a dejar que pase el tiempo y ya lo verás.



27- Desfile de burros por las calles de Granada


Me está entrando sueño de lo agustico que estoy aquí contigo, con este calor y después del baño. Si me quedo dormido y sueño con la Princesa luego te lo cuento ¿vale? Pero mientras tanto y, como me siento feliz a tu lado, voy a relatarte lo que me dijeron el otro día. ¡Cuántas cosas tengo que decirte yo a ti! ¡Ni te lo imaginas! Pero lo que me pasó el otro día te va a gustar, ya lo verás. Porque es divertido pero al mismo tiempo tiene su enjundia. Voy con esta sencilla historia que me interesa que conozcas. ¿Sabes qué me dijeron hace unas tardes unos de Granada capital? Me dijeron que quieren hacer un desfile de burros por las calles de la ciudad. Sí, has oído bien. Me lo expusieron la otra tarde y tampoco me lo creía del todo. Pensé que estaban de bromas. Pero luego descubrí que iban en serio y muy enserio. Y al rato me di cuenta que me hablaban de esto porque en el fondo quieren que participes en el desfile. Y de nuevo te digo que has oído bien. Lo que te estoy contando es una verdad como un templo. Quieren que tú participes en este desfile y que, además, vayas el primero por las calles de Granada. Como si fueras el representante de los burros del mundo. Bueno, más que el representante de todos los burros, lo que me dijeron es que “como eres el más bello”, el de pelo más brillante, esponjoso y limpio, que tienes que ir el primero en el desfile. Para que todo el mundo se fije en ti y se recree en la belleza que reflejas. Porque si ven a un burro lustroso, cuidado, regordete y con el pelo brillante como un diamante, ya todas las personas pensarían que los demás burros del mundo son iguales. ¡Qué ironía! Luego si acaso me das tu opinión porque es mejor que ahora siga.

La otra tarde me preguntaron muchas cosas de ti porque, ya te lo he dicho, están interesados. Y les conté solo algo. ¿Quieres saber lo que me dijeron y lo que les dije yo? Si no todo, así resumido, te lo voy a referir para que estés al corriente de la historia. En primer lugar les dije que esto del desfile de burros por las calles de Granada es la primera vez en la vida que se hace. Y que por eso hay que cuidar las cosas y no que salgan de cualquier manera. Que me parece interesante la idea del desfile pero, porque quieren que participes en él, esto tiene que ser serio y con la dignidad que es debido. Que vosotros y, tú en concreto, no sois juguetes ni animales sin corazón. Sino todo lo contrario. Y luego les pregunté por la finalidad del desfile. Me dijeron que era para darles, a los turistas que en estos días vienen por Granada, un aliciente más. Y esto no me gustó. Por lo mismo de antes, porque pienso que vosotros tenéis vuestra dignidad y sois bellos y por eso no veo bien que os utilicen como payasetes para atraer y divertir a los turistas. Les dije que mejor sería que aprovecharan el desfile para dar a conocer vuestra nobleza y tu gallardía. Y que esto fuera para los niños y no para los turistas. Algo con dignidad y no lo contrario.

Que si lo enfocaban así que no nos importaría, ni a ti ni a mí, participar en el desfile. Pero eso: para los niños de Granada, que son los más guapos de la tierra. Y también para todos los niños del mundo. Para que ellos os echen piropos cuando vayáis por las calles y que os tiren de las orejas cariñosamente. ¡Con lo que les gusta a los niños tirarles de las orejas a los borriquillos! Se piensan ellos que vuestras orejas son de algodón y que están en vuestras cabezas cogidas con un alfiler y por eso creen que se os van a caer de un momento a otro. Y como no quieren que vuestras orejas se os caigan, porque las ven bonitas, las tocan y tiran de ellas para asegurarse de que están firmen y de que son de carne y hueso. ¡Qué cosas las de los niños, Sinombre! Pero esto es lo bonito en un desfile de burros y no lo otro. Y que los niños se puedan subir en vosotros para dar paseos y sentir lo emocionante que es tocar vuestros lomos y la suavidad de vuestros pelos. Que ya sabes que los niños saben de estas cosas. Y ellos son capaces de sentirlo en sus corazones y por eso quieren daros besos y abrazos y caramelos y lo mejor de todo. Que a los turistas hay que conocerlos. Se deshacen en sacar fotos y millones de cosas que no tienen importancia. Y esto ni te gusta a ti ni a mí porque pensamos que no está bien. Que no es lo correcto ni lo mejor. Hay que ir a la belleza de las cosas y dejarse de tanto espectáculo y frivolidad y de anuncios y fotos y trajes lujosos y escaparates para la galería y todo eso. Que a ver si alguna vez se hacen las cosas con cabeza y corazón. Y sobre todo esto: corazón.

Y también les dije a ellos que en el desfile, tú y los otros burros, tendrías que ir sin vestir. Ya sabes: tal como te trajo tu madre al mundo. Como vas siempre tú: sin jáquima, sin aparejo, sin adornos en la cara o en los ojos… Que todo eso es una tontería. Te quita a ti y a los demás burros la dignidad y os convierte en lo que decía antes: en fantoches de feria. Y por ahí no entramos nosotros. ¿Verdad? Que donde se ponga un burro como tú, con tu pelo limpico, con tus orejas largas y sin ningún adorno, con tus ojos negros brillantes, con tu rabo ondeando al viento para darle fuerte a las moscas, con tu trote o andares serenos… Que donde se ponga un burro así que se quite todo lo demás. Así que se lo dejé muy claro: si ellos quieren que participes en el desfile ya saben lo que tienen que hacer. Pero ellos, a estas exigencias mías, me dijeron que pensaban en los burros aguadores que en otros tiempos recorrían las calles de Granada. ¡Pobres burros aguadores que ni tenían fuerzas, porque estaban famélicos, ni tenían dignidad ni recibían cariño ni nada! Se pasaban el día calle arriba y calle abajo por Granada cargados con sus cántaros de agua y muriéndose tristes. Nadie les daba un beso ni un abrazo ni un tirón de orejas en plan cariñoso y ni les decían palabras bonitas. Nunca supieron ellos lo que la dulzura de un caramelo ni el sabor de una zanahoria. Todo era trabajo y humillaciones y, en cuanto se descuidaban, palos al canto.. ¡Pobres burros aguadores por las calles y caminos de Granada! Iban muriéndose a chorros y en la miseria y reventados de trabajar y ni una manzana les regalaban y fíjate ahora: casi nadie los recuerda. La historia, los humanos, los han dejado en el olvido. O en todo caso, a lo más que han llegado, es a ser postales viejas para que las compren los turistas. Este es su grotesco recuerdo en la historia después de tanto como ellos han aportado a las personas, a la sociedad, a la Humanidad entera. ¡Pobres burros aguadores! ¡Que no sabes, Sinombre, que no sabes! Y hay cosas que duelen porque no están bien por más que no quieran hablar de ellas y, presentarlas ahora, como artísticas y divertidas.

Y, de esto del desfile, te voy a dar yo a ti mi opinión: claro que me gustaría que fueras a este desfile pero tendrían que dejarme que lo organizara a mi gusto. Si quieren que vayas a un desfile de burros por las calles de Granada tiene que ser como yo diga. Que tú no vas a desfilar de cualquier manera. Irías como ya te he dicho antes: sin adornos ni aparejo ni nada. Bien lavadito, bien peinadito, perfumado con la esencia del espliego para que tu pelo brille y sea esponjoso y reluzca al sol cuando vayas por las calles. Y que también reluzcan al sol tus ojos negros de cristal finísimo y que todo tú seas un primor. Lo más tierno que nunca se ha paseado por esta ciudad Granadina. Y otra condición que ya te he dicho antes: que los turistas no te saquen fotos porque tú no eres ni monumento ni obra de arte. Aunque sí eres todo eso pero en otro sentido a como lo ven los que miran con ojos de turistas trotamundos. Tú eres alma y corazón y sentimientos y belleza interior y poesías y fuentes de aguas puras y prados de hierba fresca y amor y ternura para los niños y todo esto y más. Que sí. Que todos los niños del Granada te toquen y te den los besos y abrazos que quieran para que ellos sean felices y tú. Porque, ya lo hemos dicho: los niños sí son dulzura y por eso tienen derecho a ser tratados con respeto. ¿A que estas cosas deben ser así? Yo creo que sí y si no que se olviden de nosotros, Sinombre, que se olviden porque no existimos. Que lo que hay es lo que hay y se lo he dejado dicho muy clarito.


28- La muchacha del banco en la tarde de verano

Por las calles de Granada, Sinombre, lo que vi yo hace unas tardes, fue otra realidad diferente. Me voy a quedar dormido de un momento a otro porque me está entrando modorra. Pero sigo y te cuento y luego me echo una siesta. Sigo: ¿Te acuerdas de la ventolera que se levantó la otra tarde? ¿Cuando se ponía el sol? Parecía que iba a llover pero lo que sucedió fue que hizo más calor. Se cambió el aire del poniente y empezó a traer calor de los desiertos que existen por ese lado del mundo. Los desiertos de África. Allí si que no se podrá vivir. ¡Pobres los que vivan en aquellos rincones del mundo! ¡Y cuantas gracias tenemos que dar al cielo por regalarnos lo que hay en este rincón del Planeta! Porque si aquí ya no se puede vivir, a pesar de lo lejos que estamos de aquellos desiertos y la vegetación que tenemos, no quiero ni pensar cómo serán las cosas en aquellos sitios. ¡Pobre personas en aquellos mundos! Y a nosotros aquí sobrándonos agua, aire puro, bosques verdes, cumbres nevadas, primaveras verdes, pajarillos y perfume de jazmín y más delicias. ¡Qué gran paraíso es esta ciudad de Granada y qué dicha vivir en este paraíso! Pero a lo que iba: ¿Viste de qué color se puso el cielo la otra tarde? Oscuro y naranja claro. Dicen que eso es por el polvo en suspensión que el aire arrastra desde las regiones lejanas que te decía antes. Hasta los vencejos se asustaron y se batieron en retirada. Porque el viento se los llevaba y por la calima que hacía.

Y como te iba diciendo, que venía yo de darme una vuelta por algunas de las calles de Granada. Real de Cartuja, calle Elvira y la Carrera del Darro. Tan cerca de nosotros estos lugares y tan llenos de encanto pero qué tristes por lo que ahora te contaré. Hacía tanto calor que no se veía ni a una persona por las calles. Y las pocas que vi mejor es que no hubieran estado ahí. Sinombre, me entró una tristeza…

Bajaba por la calle Real de Cartuja y, no sé por qué, iba mirando con interés. Como si buscara a alguien. Tengo la impresión que por algún sitio de esta calle vive alguien que conozco o me gustaría conocer. Y es una impresión sin fundamento pero desde hace un tiempo vivo con esta sensación. Por eso, esta tarde, iba mirando a un lado y otro y al llegar a la iglesia de san Idelfonso vi a una apersona que me llamó la atención. Es una muchacha joven que no conozco de nada pero al verla sentí compasión. También tristeza. En ese momento se levantó del banco de cemento, bebió agua en la fuente que corre cerca y se vino a su furgoneta. Un coche blanco, con sus cortinas en las ventanillas y sucio. Es una de estas furgonetas de hippies con pegatinas. Pensé que la muchacha, con un perro y una niña casi de su misma estatura, era esto: una de los muchos jóvenes que andan por el mundo sin rumbo ni casa. Mal vestidos ellos siempre, sin trabajo, mal comidos y sin ciudad ni casa ni nada. ¡Y me dio una pena! Se le veía delgada, haraposa, con el pelo revuelto y sucio y fumaba con ansia. No sé por qué tengo la intuición que de algo o por algo conozco a esta muchacha. La miré y no le dije nada. Ni siquiera se dio cuenta que la miraba con un interés especial. ¿Por qué sentí pena? Vi que volvió al banco y ahí se sentó. A la sombra de unos árboles y a esperar ¿qué? Imaginé que no esperaba nada. No espera ella nada ni hace nada. Solo estar en este banco, cerca de la fuente para beber cuando tenga sed y, nada más en toda la tarde, en toda la noche, al día siguiente y al otro y al otro… Y recalco esto porque la he visto ya varias veces en el mismo sitio y con la misma soledad. ¿Será soledad lo que tiene ella? En este rincón, desde el invierno, la veo casi siempre que paso por ahí.

Y te repito, Sinombre, sentí mucha pena. Con el calor que hace en estos días y la pobre muchacha ahí siempre. De día, de noche, por la mañana, por la tarde… Sin casa donde vivir, sin cama donde dormir, sin comida que comer… ¿Qué come ella? Las dos y su perro. ¿De qué se alimentan? Cuando, al verla, me hacía esta pregunta me entraron ganas de meterme en una tienda y comprarle comida. ¡Que sé yo! Frutas, bebidas, refrescos para que se quiten un poco el calor, leche, pan… ¿Desde cuando no han comido una comida como Dios manda? Por ejemplo: un helado para aliviar el calor. Si les hubiera comprado un helado ¿se lo habrían comido con gusto? Y si las hubiera invitado a comerse unos buenos platos de cocido o gazpacho ¿les habría gustado a ellas? Y si luego les hubiera regalado una casa con sus sillas, sus habitaciones, televisión y cuarto de baño para que se puedan duchar ¿les habría hecho felices? Pero ya te digo, sentí mucha pena y no hice nada. Lo de esta muchacha y su hija no me parece una vida digna de persona. Viven privadas de mucho, de casi de todo. Aunque en el fondo creo que ellas quieren vivir así. Ansían ser libres y no depender de nadie ni nada. Y para conseguir esta libertad de cuantas cosas tienen que privarse.

Así que ya te digo: tengo una pena dentro que me muero pero por otro lado ¿qué puedo hacer yo? Ni las conozco ni sé cómo se llaman ni ellas me conocen a mí. Por eso no me animé a comprarle algo. A lo mejor no les hubiera gustado. Pero volveré otro día a ver si me las encuentro de nuevo. Aunque solo sea para verlas desde lejos y compadecerme por lo mal que lo están pasando en la vida. Aunque no sepan ellas que existimos nosotros. Que alguien en este mundo les dé un poco de cariño aunque sea de esta manera. Porque ¿ves? Nosotros ahora mismo estamos junto a una buena piscina donde podemos bañarnos si tenemos calor. Nos podemos meter en el agua y nos podemos sentar a la sombra de los álamos sobre el césped al fresco de la tarde. ¿Pero ellas? Ahora mismo estarán allí sentadas en el banco de cemento esperando que la tarde y el calor se vaya y no esperan otra cosa más. Porque luego seguirán sentadas en el banco y ahí dormirán esta noche. No tienen nada más ni aspiran a ninguna otra realidad. ¡Qué pena, mi buen amigo, qué pena! ¿No se te conmueve el corazón? Por eso te decía que si en la cueva que vamos a explorar encontramos un camino nuevo que lleve a otro mundo deberíamos irnos por él.

Pero ahora ya me siento agotado: la modorra me vence, el sueño me rinde y el corazón me duele. Me duele el dolor del corazón, Sinombre. Déjame que eche una siestecilla a ver si me despierto otro. Deja ahí a las niñas en sus cosas y vete tú a comer hierba por la acequia. Las niñas son el cielo y desde aquí lo estamos sintiendo. Su perfume nos perfuma. Y con su perfume, tu presencia y la tarde, sobre este césped y, a la sombra de los álamos, me voy a recostar y si no me despierto en mucho rato me llamas ¿vale? Antes de que caiga la tarde quiero hablarte de la Princesa y de más cosas. Pero luego que ahora ya me caigo de sueño. Necesito dormir una buena siesta.


29- Sueño en una tarde de verano


¡Uy! Espera que me despierte. ¡Qué siesta más buena acabo de echarme, chiquillo! No puedo ni abrir los ojos de tanto sueño como tengo. Pero ahora ¡qué sensación más agradable! ¿Por dónde andas, Sinombre? Estoy intentando mirar mientras abro los ojos y no te veo. ¡Ah! Ya consigo verte. Te descubro ahí pero todavía borroso. ¡Espera! Me restriego los ojos para que se me aclare la vista ¿Tú no te has dormido? Porque yo, según veo, me he quedado como un tronco. Claro, con el baño que nos dimos en la piscina, la sombra tan buena de los álamos, el fresco airecillo del jardín y el bochorno de la tarde, entra una soñarrera que hasta el más guapo sucumbe. La típica siesta de verano que tanto gusta y tan bien sienta. ¡Y mira, la siestecilla me ha venido de maravillas! Parece que ahora ya me siento otro, como nuevo. Pero por otro lado lo lamento. Te pido disculpas porque te dije que íbamos a explorar la cueva del manantial, de donde viene el agua a esta piscina, y no he cumplido mi palabra. Lo siento pero ya has visto: las cosas se han torcido un poco y ha pasado como tantas veces: “Que el hombre propone y Dios dispones”.

Sigue ahí comiendo hierba fresca en la acequia de los álamos. Has hecho bien. Si no tenías sueño, ponerte a comer hierba, es lo tuyo. Ahora, desde la sombra espesa de los álamos y recostado en el césped, te sigo mirando y te cuento el sueño que he tenido. Porque mientras dormía he soñado algo muy bonito. He vuelto a soñar otra vez con el cielo. Te lo voy a detallar aunque te digo lo de siempre: los sueños ya sabes que son como son y por eso tienen la lógica que ellos quieren y se presentan como les parece. Que los sueños no tienen lógica o si la tienen es otra distinta a la que conocemos los humanos. Te cuento este sueño mío verás qué curioso. Porque lo recuerdo con todo detalle. Como si acabara de vivirlo. La sensación me palpita con toda su fuerza todavía en el alma. Y es todo muy alegre, muy transparente y muy bonito. Como el cielo, Sinombre.

Te he visto yo a ti en un paisaje etéreo. He visto una pradera de tierra llana con mucha hierba y tú ahí comiendo. Envuelto en mucha paz. Y a tu alrededor montañas con bosques, ríos y cascadas. Porque en este paisaje lo que más abunda es el agua. ¡Cuánta agua clara y fresca he visto! Cayendo arroyos por todos sitios, con cascadas preciosas, grandes charcos y muchos manantiales. Y tú, comiendo en la pradera, rodeado de agua y mirándome de vez en cuando. No te digo nada. Te miro y miro al agua y en el espíritu gusto una sensación muy dulce. Siento y, hasta lo veo en una clara imagen, que los dos somos la fuente del manantial que brota al lado de arriba de tu pradera. Un manantial copioso y grande que emerge entre pinares, bajo una roca y en la ladera. Y desde ahí, después de formar una poza transparente, el agua cae abierta en abanico. Y el agua, toda su fragancia, toda su transparencia y toda su frescura, somos nosotros. Un enorme manantial todo pureza y riega la tierra dulcemente. Nosotros, Sinombre, somos esto o más bien me parece sentir que tenemos en el manantial nuestra existencia primera. Que el comienzo de nuestra naturaleza y ser está en la transparencia que brilla en el manantial. Así que somos un manantial de agua pura. ¿Qué te parece? Somos transparencia, Sinombre.

Pero en mi sueño sigues comiendo plácido en tu pradera etérea y yo, después de acariciarte, salgo al encuentro de una muchacha que baja por la senda del manantial. La saludo, al encontrarme con ella, y la conduzco por el mejor terreno para que pueda cruzar los arroyos y los montes. Parece que está perdida, algo enferma y no conoce el terreno. La voy llevando por la mejor senda y cuando terminamos de cruzar el arroyo grande me paro frente a una roca. La roca es color miel y nieve y con mis manos escarbo en ella. Y enseguida aparecen muchos trozos de diamantes de colores con formas de fresas. Parecen transparentes y sus colores son azul purísimo, rojo clarito, violeta agua, rosa seda y agua clarísima. ¡Qué colores más bonitos, brillantes y delicados! Como si fueran trozos del espíritu o gotas de lluvia teñidas con los colores que te he dicho. Cojo varios puñados de estas joyas, porque también se parecen a diamantes finísimos, y se los doy a la muchacha diciéndole:
- Ahora te tomas cada día dos perlas de estas y ya verás como te pones buena pronto y eres feliz. Seguirás siendo libre y al amanecer tendrás el cielo. Y, además, todos los sueños que llevas en el alma y corazón, se te harán realidad.

Ella me da las gracias, saca una bolsa de tela, la llena de diamantes de colores y se los guarda. También yo me guardo un puñado de piedras preciosas. Las más transparentes y de colores más delicados. Luego seguimos subiendo por la ladera y, en algún momento, hasta tengo que darle mi mano para ayudarle a remontar los tramos más difíciles. No tiene fuerzas. Algo más arriba la espera su hermana y una amiga y aquí las despido a las tres. Y en estos momentos, caigo en la cuenta que, a la muchacha que acabo de ayudar, la conozco de algo. No recuerdo bien de qué pero la conozco. Me vuelvo, regreso y me siento muy feliz. El más feliz de todos los humanos. Y más dichoso me siento cuando al mirar te sigo viendo en tu pradera etérea. Como si estuvieras entre las nubes y el cielo y ahí comiendo plácidamente. Rodeado de caudalosos arroyos de aguas claras y perfumado con olores de bosques frondosos. Por el lado de arriba de tu pradera brota el manantial y de esa agua purísima sigo sintiendo que nacemos los dos. Por eso todo es transparencia total que deja un dulce beso en el espíritu y un gozo profundísimo. Algo, Sinombre, que no se puede comparar con nada de este mundo ni con la materia donde ahora vivimos. Ni te doy ninguna explicación más ni le doy más vueltas a este sueño mío. Así es lo que he soñado y, lo que sí te digo es que ahora, ya despierto otra vez y aquí contigo, me siento muy bien. Con una paz en el alma y una sensación de bienestar que parece que acabo de venir del cielo. ¿Habré estado yo en el cielo, Sinombre? Pero claro, como te veo mirando así de esa manera, pienso que a lo mejor te estás preguntando que dónde tengo los diamantes que cogí. Aquel puñado de piedras precisas que, en mi sueño, me guardé en el bolsillo. ¿Qué dónde los tengo? No te preocupes que dentro de un rato te los enseño. Ahora, deja que me acabe de despertar mientras te sigo viendo tan hermoso, comiendo hierba junto a la acequia. Miraré a ver si tengo aquí conmigo los diamantes divinos que cogí en la roca del arroyo. ¡Hay que ver como son las cosas! He soñado con un trozo del cielo, vengo ahora mismo del cielo y, al despertar de mi sueño, te veo a ti y tengo la sensación de estar metido dentro del cielo. ¿Serán las niñas que duermen en la sombra de los álamos? ¿Eres tú? ¿Será la tarde? Sinombre, el cielo está en el corazón y por eso lo sueño. No sé si me entiendes.


30- La parra de la puerta de tu cuadra


Te estoy mirando y me preocupo. Comes hierba tierna al borde de la acequia. Sigo recostado sobre el fresco del césped a la sombra de los álamos. Terminando, después de la siesta y el sueño, de tomar contacto con la realidad de las cosas que nos rodean. Te estoy mirando y, como veo lo que tú no ves, estoy preocupado. A dos metros justo de donde comes crecen unas matas de hinojo. En sus tallos secos, un poco abajo y algo escondido entre el pasto, las avispas han construido su nido. Un pequeño panal alargado que lo veo repleto de avispas. Y como estoy viendo lo que tú no y, como temo lo que puede pasar, te pido que te vengas para el lado de arriba. Por donde la sombra de los álamos sobre el césped y parte de la acequia. Por este lado tienes más comida. Sí, vente para este lado, un poco más cerca de mí y más lejos del avispero. Que como roces el nido de avispas, sin darte cuenta, ya verás lo que se puede liar en la tranquila tarde de verano. Y no tengo ganas ni de que te piquen las avispas ni de tener que salir huyendo de este lugar tan bonito y lleno paz. Vente para este lado y déjalas ahí tranquilas que si no las molestamos tampoco se enfadarán. En este lado y, en la sombra que aprovecho yo, estás mejor. Más cerca de mí para que pueda verte bien comer y engordar. Porque ¿sabes de lo que me estás recordando ahora? Y mira, viene a cuanto en estos momentos. Me estoy acordando de las avispas que el año pasado se comieron las uvas de la parra que hay en la puerta de tus cuadras. ¿Te acuerdas? Y, además, te picaron y todo, las muy condenadas. Y mira qué casualidad que ayer estuve por allí precisamente viendo las uvas de la parra de la puerta de tu cuadra. Las nuevas de este años porque las del año pasado ni las viste tú ni yo ni nadie porque se las merendaron las avispas.

Ayer por la mañana estuve un ratito sentado en la puerta de tu cuadra. Leyendo algunas cosas de “Platero y yo” mientras pasaba el tiempo y me distraía en tan recogido rincón. ¡Qué bien se está ahí, a la sombra de la parra, en la puerta de tu cuadra! Hace tiempo que no voy por ese rincón tan especial tuyo y el ratico que ayer me pasé allí me dejó muy relajado. Porque la parra que cubre toda la entrada de tu cuadra qué grande se ha puesto este año. Ahora es cuando está más hermosa que en otro momento. Sus hojas anchas están llenas de salud. Verdes y frescas como un mes de abril. Da gusto pasar la vista por la parra de la puerta de tu cuadra. Desde que vives por el rincón, tanto la parra como otras plantas, parecen haber resucitado. Tienen otra vida y otro color. Y lo que te digo es verdad pero en la parra es más. ¿Te acuerdas del año pasado? Casi no echó hojas. Se quedó raquítica y los pocos racimos de uvas que dio, antes de madurar, se las comieron las avispas. Que me acuerdo bien. Me daba vueltas por el lugar casi todos los días. Y siempre me encontraba los racimos de uvas plagados de avispas. ¿No te acuerdas cuando te picó aquella en la oreja? ¡Corrías como un rayo!

Al verte como ibas me reía y aunque me dolía tu dolor y lloraba por dentro, no podía contener la risa. Es que era gracioso verte como corrías pensando que cuanto más te alejaras de la parra era mejor para ti. Ya te había picado y su veneno iba contigo. Por más que te hubieras ido al fin del mundo el dolor lo tenías dentro y por eso no se te calmaba. Pero a ti te dolía y corrías. ¡Condenadas avispas! ¿Viste como me enfadé? Salí detrás de aquellas avispas echándoles fuchi, fuchi y me las cargué en dos segundos. No me gustó lo que hicieron contigo después de que les habíamos dejado que se comieran las uvas y tú, pacíficamente, les dejabas que se bebieran el agua del pilar de la cuadra. Todos los días y a todas horas. Nosotros no las molestábamos a pesar de que ellas no nos dejaban vivir. Por eso me enfadé tanto cuando vi lo que hicieron contigo. Que eso no estuvo bien aunque las avispas no tengan inteligencia. Da igual. Creo que cuando, cualquier ser viviente respeta a los otros, tiene derecho a ser respetado de la misma forma. Y para eso no hace falta inteligencia. Que la misma naturaleza está plagada de comportamientos respetuosos.

Tu dolor lo calmé con el ungüento de la planta milagrosa. De una hoja del aloe, la planta milagrosa que lo cura todo, corté un trozo y te la restregué en la picadura de la avispa. Te unté bien y enseguida se te fue el dolor y ni siquiera tuviste inflamación. ¡Me entró también a mí un consuelo! ¡Hay que ver los milagros que hacen estas plantas! Y las tenemos sembradas junto a la cascada que, desde la Fuente de los Lirios, cae y pasa por la puerta de tu cuadra. Te curé yo y continué con las avispas.

¿Te acuerdas que me las cargué casi a todas en un abrir y cerrar de ojos? les declaré la guerra en serio. ¡Qué paz quedó aquel día por allí y al siguiente! Pero duró poco la tranquilidad. Casi no sirvió de nada la guerra que les había declarado a raíz de lo que te hicieron. A los tres días ya había más avispas liadas con las uvas de la parra. Y como me sentía culpable de lo que había hecho los días anteriores las perdoné y las dejé quietecitas. Me prometí que siempre que ellas te dejaran en paz yo no les haría daño. Me sentía culpable aunque no podía olvidar lo que te habían hecho. Y las nuevas avispas se comieron por completo las pocas uvas que quedaban. Aunque les tapé los racimos, los que todavía tenían algunas uvas medio qué, con bolsas de plástico transparente, buscaron ellas la manera de meterse por las rendijas de los plásticos y se comieron las uvas. Solo quedaron pellejos. La piel seca de las uvas. Que hasta daba pena ver la parra con aquellos racimos colgando solo con los trozos secos de la piel de las uvas. Los pellejos. Lo demás, la dulce pulpa, el zumo y la azúcar de las uvas, se las comieron las avispas. Ni una nos dejaron para que las probáramos.

¿Y sabes que quería decirte? Que tu parra este año tiene más uvas que el año pasado. Y están ya gordas y lustrosas. Da gusto verlas tan resplandecientes y gordas. Dice el refrán que “Por Santiago pinta la uva y por la Virgen de agosto ya está madura”. Y la Virgen de agosto es el día quince de ese mes. Pero las uvas de tu parra maduran después. El rincón de tu cuadra es fresquito y, como la parra también está un poco a la sombra, las uvas maduran casi al final de agosto. Para cuando volvamos de las vacaciones, que de esto tengo que hablarte cualquier día. No te lo había dicho pero quince días nos vamos a ir este año al mismo sitio que voy yo todos los veranos. A unas sierras muy grandes, con muchos ríos y arroyos con agua y praderas repletas de hierba y pasto. Y este verano te vienes conmigo a Segura de la Sierra y a Cazorla. Ya hablaremos de ello porque nos queda nada y menos. Y te iba a preguntar: ¿tendremos suerte este año con las uvas de tu parra? No sé qué hacer pero cuando ayer por la mañana vi lo lustrosos que están los racimos en la parra tuya me he dicho que este verano no se las comen las avispas. No dejo de darle vueltas al tema en la mente a ver si encuentro una solución sencilla. Porque no quiero cargarme a las avispas como el año pasado pero ellas este año no se comen las uvas. Que me he empeñado en que tenemos que salvar la cosecha entera. Para comérnoslas, cuando estén maduras, sentados al fresco en la puerta de la cuadra y frente a Granada. Para vivir nosotros esta experiencia y comprobar a qué sabe, Granada en la tarde, vista desde el pinar de tu cuadra, mientras saboreamos las uvas. Como si fuera un sueño.


31- Por la Senda del Pinar y la segunda carta de la Princesa


Y ahora, Sinombre, mientras sigues comiendo hierba cerca de mí, voy a leerte otra de las cartas de la Princesa. La tengo aquí. ¿La ves? Pero antes viene a cuento que te cuente algo que va a prepararnos para lo que no cuenta en su carta. Ya sabes lo que te decía: que como me gusta tanto el rincón de tu cuadra y la soledad de esos paisajes la otra tarde me di un paseo por la Senda del Pinar, que es la que recorrían los niños cuando llegaban esta mañana. Sí, la senda que lleva a tu cuadra y atraviesa el pinar de un extremo a otro. A mí me gusta cogerla desde el Pino Gordo y llegar hasta el final, al otro lado de tu cuadra, cerca ya de la residencia de las estudiantes extranjeras. Por donde tienen sus madrigueras los conejos. Por ahí muere la Senda del Pinar. Pegado a las escaleras que suben a las facultades y entre las chumberas. Ya hay pocos estudiantes en la residencia de las estudiantes extranjeras. Así que los universitarios se han ido o se van yendo a sus casas. Por eso y, desde hace unos días, ya estás viendo que pocas personas se ven por el Campus Universitario. En verano todos los estudiantes se marchan y como dice la canción: “Triste y sola se queda la universidad”.

Pues lo que te iba a decir: que por el Pino Gordo tomé la Senda del Pinar y, sin prisa, la fui recorriendo de un extremo a otro. ¿Y qué te crees que vi? Las ardillas no paran de cortar piñas y tirarlas al suelo. Por el suelo y sobre la senda vi las piñas cortadas por las ardillas. Muchas se las han comido, otras están empezadas pero no mondadas del todo y otras, se ve que se les han olvidado y, ahí están secándose al sol del verano. Las ardillas saben lo que se hacen y con las piñas del pinar tienen ellas buen tajo, buena mesa y buena tarea. Por la ladera, entre los pinos, los almeces, las encinas y los acebuches, se ve el pasto tendido. No hace mucho todo esa ladera del pinar estaba verde como un mar de esmeraldas. Pero le ordenaron al jardinero que cortara la hierba antes de que se secara y ahora solo hay pasto crujiente tendido al sol de la tarde. Por tu cuadra ¿qué te digo de tu cuadra? Que ese rincón cada día me parece más bonito y se me cuela un poco más en el corazón. Esta es la verdad y es por ti.

Pero al otro lado de la cuadra, por la Senda del Pinar ¿sabes lo que encontré? Iba yo andando y al mirar para el suelo vi un nido. Pequeño así como una de las piñas que se comen las ardillas, pero precioso. Un nido tejido de pasto y revestido por dentro con trozos de lana y seda. ¡Vete a saber a dónde han ido los pajarillos a por la lana y a por la seda! Pero de este material lo han revestido y, como es un nido tan chico en los únicos pájaros que he pensado ha sido en las currucas, en los carboneros y en los mosquiteros. Otro pájaro no cabe en este nido. Me ha gustado mucho y por eso me lo traje conmigo. Lo tengo guardado y si quieres te lo enseño otro día. Lo quiero poner en tu cuadra de adorno. Éste y otro que tengo también de mirlo. ¡Son tan bonitos! Los pájaros son artistas haciendo nidos.

En esto iba yo pensando y también en ti y en la Princesa cuando sobre la senda vi plumas. Miré despacio ¿Y sabes lo que hallé? Un mirlo muerto. Me acordé enseguida de Rocky, el perro amigo de la Princesa, que ha muerto hace unos días. El mirlo que yo me encontré lo han matado las urracas. Estos bichejos que tan mal te caen por los recuerdos tan desagradables que tienes de ellos. Y bien sabes que yo también las aborrezco. Al mirlo que te digo lo mataron ellas ayer o antesdeayer y ahí lo han dejado. En la misma senda para que lo vea todo el que por la senda pase. Ni siquiera se lo han comido del todo. Le han sacado las tripas, tal como te digo, y así lo han dejado. ¿Qué daño les habría hecho el pajarillo a las feas urracas? A estas urracas negras un día les tengo yo que dar un buen escarmiento. Desde que han aparecido por aquí no hay paz entre las otras aves. Tampoco en ti y a mí me tienen disgustado. Cogí el mirlo en mis manos, le di la vuelta, lo dejé otra vez en el suelo y parecía que estaba durmiendo. Como si estuviera vivo pero durmiendo. Me dio mucha pena y lo sentí por los mirlos padres. Porque el mirlo que en la Senda del Pinar he visto matado por las urracas es una cría. Y me acordé otra vez de ti y de la Princesa. Por lo de Rocky y por la nueva carta que nos ha escrito y en la que nos habla, no de muerte, sino de vida. Mira lo que dice:

”Y después por la tarde llegué y me llevé una sorpresa. En el acuario había un pez enanísimo y pensé que era como una rana pequeñita que había nacido a saber de qué. Pero luego, mirando bien el acuario me di cuenta de que había muchos mas como ese y que uno de los peces estaba pariendo un montón de ellos. Así que tengo al menos 30 peces chiquitísimos en el acuario, separados del resto de los peces mediante un criadero de esos de acuario porque si no, los demás se los comen, incluyendo a la madre. Desde luego, que vaya una naturaleza cruel en ese sentido. Tengo los hijos y luego me los como si se me cruzan por el camino. Y están muy bien. Desde ayer por la tarde que nacieron no se ha muerto ninguno. Les estoy alimentando con un producto especial, un liquido parecido a leche que se les suministra a través de un cuentagotas. Cuando se me acabe y ellos hayan crecido un poco, tendré que cambiarles el alimento y cuando sean lo suficientemente grandes como para estar con los demás peces, pues los soltaré. Aunque si sobreviven todos no sé que voy a hacer con tantos pececitos, me van a invadir el acuario. Jajajajaja”.

Así, que mira qué bien y qué bonito lo de sus pececitos de ensueño. ¡Hay que ver qué cosas tiene la naturaleza! Porque treinta pececitos son muchos ¿verdad? En cuanto crezcan un poco no le van a caber en la pecera. Tendrá que ir pensando en regalar peces a sus amigos o vendérselos a quien sea. ¿A que nos alegramos de esta noticia alegre? Y más por haber ocurrido justo en los días que la ausencia de Rocky ha dejado en ella tanto disgusto. Pero mira qué sabia es la naturaleza. Por un lado termina la vida y por otro lado empieza para que la vida no se extinga nunca. Qué maravilla, Sinombre.


Al caer la tarde
32- Cena de brevas y ciruelas al aire libre frente a Granada


Las niñas ya se han ido, Sinombre. Hace rato que se dieron ellas el último baño en la piscina y luego nos dijeron adiós. Como te vieron a ti ahí tan pacífico y entretenido con la hierba de la acequia no quisieron molestarte. Pero yo las vi irse y desde lejos me dijeron adiós con sus manos. Que volverán mañana por aquí, y que nos esperan, es lo que me decían cuando se alejaban. Caty, nuestra Niña Buena del Edén, está muy dolorida. Mucho, Sinombre. Tiene un dolor grande dentro y aunque la ves tan contenta sufre. Me ha dicho que te cuide mucho, que no te deje solo y que te dé todo el cariño que pueda. Otra vez ha pedido que la perdonemos y que nos contará las cosas. Todo para que nos enteremos bien. ¡Qué cielo son las niñas! Si no fuera por ellas ¿quién tendría felicidad en este suelo? A las niñas y, sobre todo a Caty, un día, tendremos que hacerles un altar en nuestros corazones. Para que siempre estén vivas y puras en lo mejor de nosotros. Porque los mejores amigos que tenemos en esta tierra y, los que nos han regalado los más dulces momentos, han sido y son ellas. Gozamos nosotros cada día del cielo porque ellas nos lo regalan cada día. ¡Si no fuera por las niñas, Sinombre…! Si no fuera por Caty, el cielo del Edén…

Así que ya ves: solos nos hemos quedado. Yo, unos ratos recostado sobre tu barriga y, otros viéndote comer junto a la acequia, gozando del fresco que la tarde regala y con la visión de la ciudad de Granada al fondo, me puedo quedar una vida entera aquí contigo. Me siento bien y por eso ni tengo prisa ni quiero ir a ningún otro sitio ni tengo nada que hacer. Quería contarte algo más y estaba temiendo que se me olvidara. Esta noche me voy a quedar por aquí a dormir contigo. Al raso y frente a las estrellas. ¿Cuánto tiempo hace que no dormimos sobre la hierba? Desde este invierno pasado ¿verdad? Y esta noche me apetece. Y también porque las cosas se han ido presentando que ni pintadas. Vamos, que se han dado y dan las circunstancias precisas para echar una noche juntos y compartir el silencio y el fresco como otras veces.

Tú sigue por ahí comiendo hierba, si tienes sed, bebe en la clara agua de la acequia. Que, antes de que oscurezca, voy a preparar algo de cenar. Para ti y para mí. Que aunque tengas tanta hierba y agua, comer algo un poco más rico en vitaminas y minerales, te vendrá bien. Tienes necesidad de ello y por eso tengo mucho interés en que tomes un bocado algo especial. Antes de que oscurezca. Que ya ves qué bonita se va poniendo la tarde según cae. Me gusta a mí la tarde porque, además de relajar, se aprenden cosas y se divierte uno mucho. Por eso esta tarde, tan bonita y exclusiva, la quiero aprovechar junto a ti. Bajo los álamos de la acequia y pegado a la piscina para que el agua nos hagas más emocionante el momento. Con Granada de fondo, según se pone el sol, con el fresco de las tardes de Granada en verano y con el rumor del agua de Granada arrullándonos. Ni a caso hecho podríamos tenerlo más bonito.

Ea, Sinombre, que voy por nuestra cena. No te muevas de aquí que aunque tarde un poco, verás como vuelvo. Quiero estar contigo aquí para ver la puesta de sol de este día. Las puestas de sol de Granada, “las más bellas del mundo” y desde este lugar, hoy va a ser espacialmente bonita. Voy corriendo que quiero volver pronto. Ya están maduras las brevas y también las ciruelas. De las higueras que tenemos cerca, las que crecen por el lado de arriba de la piscina, pegadas al poleo, a la mejorana y al espliego, voy a coger muchas brevas. Las más gordas y maduras. Y también de los ciruelos voy a coger todas las ciruelas que pueda. Por lo menos tres kilos de ciruelas y otros tres de brevas. Pero antes tendré que hacer una pequeña cesta para echar esta fruta y que no se me estropee. Por eso te decía que si tardo un rato no te preocupes. Voy a cortar unas ramitas de mimbre de aquel árbol pequeño y, con juncos y unas hojas de higuera, la tapizo por dentro. Bueno, tendré que hacer dos cesticas. Una para las ciruelas y otra para las brevas. Así, tal como las vaya cogiendo del árbol las voy poniendo, bien puestas y con cuidado, en las cestas y ya verás como no se me despachurran. En cuanto vuelva las metemos en el agua fresca de la acequia y mientras va oscureciendo y, nos entretenemos con el vuelo de los gorriones, los vencejos y los murciélagos, verás como se refrescan. Y luego, cuando digamos y tengamos hambre, cuando todavía no sea de noche por completo, nos las comemos. Yo te daré a ti un par de puñados de ciruelas porque sé que te gustan mucho. Y yo me comeré algunas brevas porque también me gustan mucho. Las ciruelas y brevas que nos sobren, que sobrarán porque voy a traer muchas, las dejamos para el desayuno de mañana. Las ponemos al relente y por la mañana tempranito ya verás que ricas están. Y si vienen las niñas compartimos el desayuno con ellas. Para expresarle, una vez más y con el nuevo día, nuestro respeto. Aunque no te extrañe que las niñas traigan un desayuno especial. Como han hecho tantas veces ¿lo recuerdas? Y en el desayuno, el nuestro, vamos a hacer las cosas al revés: tú te comes las brevas que quieras y yo hago lo mismo pero con las ciruelas. Para no repetir la misma fruta y para que la barriga no se nos ponga malita. Porque si las mezclamos nos puede entrar diarrea y eso no lo quiero yo. Ni para ti ni para mí. ¿Sabes por qué? Porque tanto las ciruelas como las brevas son laxantes y en cuanto se comen muchas así seguido pueden hacer daño. Y las niñas, que coman lo que más les guste a ellas y, desde luego, les vamos a dar las mejores brevas y ciruelas. Que las vamos a ir poniendo en una cestita aparte especial para ellas.

Del huerto también me puedo traer tomates. Los mejores que vea. Ya han madurado algunos y como son tomates regados con el agua clara de la acequia y abonados con estiércol de oveja y cabra ya sabes qué saborcillo más gustoso tienen. Nada comparable con los tomates de las tiendas. Y unos tomatitos de estos en el desayuno ¡Uy qué bien sientan! Las sandías y los melones nos los comeremos más adelante. Cuando volvamos de las vacaciones. Que no se me olvida a mí lo mucho que te gustan las sandías. En cuanto estén maduras ya verás que buenas sandías nos vamos a comer sentados a la sombra de los álamos y junto a la acequia del agua clara. Y ni que decir hay que las niñas están invitadas.

Me voy a buscar la cena y te vienes conmigo. No has querido quedarte solo. Te has venido conmigo a las higueras y mientras cojo la fruta te entretienes bajo los olivos al borde de la acequia. Te miro a ti, busco las brevas por entre las ramas y miro a la tarde. Cae ya la tarde. ¿Estás viendo tú, Sinombre como yo, qué puesta de sol tan bonita? Si el amanecer de este día ha sido hermosamente extraño ¿qué me dices de esta tarde? Otra vez se tiñe el cielo de oro fuego y sobre Granada y la Vega, al fondo, arde vivo. Como en llamas transparentes que brotaran del mismo viento. Pero no queman ni arden. Solo tiñen de rojo y grana como si quisiera arropar, con su fino velo, a Granada. ¡Cómo brilla el color de la tarde sobre la Vega y los tejados de las casas! ¿Quién ha pintado el cielo de la tarde con estos tan vivos colores y la ha llenado de tanto misterio y luz? Sinombre, mírala despacio y gózala en el corazón como hago yo. ¿A que en ninguna otra parte del mundo hay una puesta de sol más bella? Tarde color grana y, sobre el Vega, dormida Granada.


33- La Estrella de las Nieves de Sierra Nevada


La noche, Sinombre, ya nos ha arropado sin que nos demos cuenta. Se nos ha colado desde el lado norte y mira ahora como brillan las estrellas y las luces de la ciudad allá en lo hondo. Y como ya las ciruelas y las brevas están fresquitas, en el agua de la acequia, ha llegado la hora de cenar. Y mientras nos comemos este platico de tan rica fruta, aquí los dos solitos frente a las estrellas, con la ciudad de Granada derramada a nuestros pies, todo hermosa y misteriosa, te cuento lo de la Estrella de las Nieves. Es otra estrella distinta a la nuestra. No brilla en el cielo pero sí en las cumbres de Sierra Nevada. ¿Has visto tú alguna vez la estrella que te digo? Sí, una planta pequeñita que en forma de flor, se cría en las altas cumbres del Parque Nacional de Sierra Nevada y que se le conoce con este nombre tan sugestivo. Yo creo que no la has visto nunca. Porque esta preciosa planta solo se cría en las montañas que te estoy diciendo. En ninguna otra parte del mundo y, además, tienes unas características muy curiosas. No la has visto nunca ¿verdad? Pues para que sepas algo de esta flor te voy a describir algunas cosas. Me la encontré hace unas tardes y no sabes la alegría que me dio. Porque hace unos días subí a las cumbres de Sierra Nevada. ¡Qué espectáculo de belleza hay por allí en estos días!

Ya se están derritiendo las nieves de las alturas, queda poca nieve, y ahora corren ríos, manan fuentes y se despeñan cascadas por todos sitios. ¡Qué bonito está todo eso! Como una fantasía clara y fresca. A ver si un día de estos, antes de que llegue el verano más en serio, puedo llevarte para que goces un poco de aquellas bellezas. Y no creas, que el otro día quise llevarte pero es que fue todo muy rápido. Como un sueño y quizá por eso se me clavó con tanta fuerza todo lo que por allí he visto. Como dice el refrán: “Lo breve y bueno dos veces bueno”. Y así ha sido. Fue una ruta sencilla y corta, de unas tres horas, pero intensa y colmada de lo que a mí me gusta. Comencé la ruta justo en el Albergue Universitario. Fíjate tú: por todos sitios nos toca, se nos mete dentro y nos rebosa “Universidad”. ¡Para que luego digan! A más de dos mil quinientos metros de altura construyeron este albergue. Sigue desde allí una carretera que sube hasta las cumbres del Veleta, el segundo pico más alto de Sierra Nevada, pero yo me vine para el lado de la izquierda. Por una sendilla que empieza a cortar la ladera y cómodamente lleva al barranco de San Juan. Un poco al norte en las laderas del Veleta. Se forma en estas laderas una gran hoya, depresión del terreno formando un barranco o llanura, y aquí es donde nace el río San Juan. Que por eso propiamente a este rincón de alta montaña se le conoce con el nombre de “Hoya de San Juan”. Este río sí lo conoces porque es el que desemboca en el río Genil justo por donde da comienzo la Vereda de la Estrella. ¿Te acuerda de la excursión del invierno pasado?

Pues sin mochila ni nada me puse a recorrer la sendilla y lo primero que me sorprendió fue un manantial brotando justo en el centro de la senda. Por entre las rocas brota el agua y sale desde abajo. Como si hirviera pero no hierve porque el agua es pura nieve de tan fresquita. Y es normal que esté fría porque es agua de las nieves que se derriten en las laderas y cumbres más altas. Pero en preciosas burbujas, en este manantial, resurge el agua de las entrañas de la tierra y con tanta fuerza y cantidad que sin querer uno se tiene que parar y mirar despacio, tocar con las manos, lavarse, beber y después esto se queda uno con ganas de más. De permanecerse allí toda la tarde y de traerse luego el manantial para ponerlo en los lugares por donde vivimos. Por ejemplo: en el centro de tus praderas. ¡Sería precioso y todo un lujo! Si lo vieras tú te convencería que todo es más de lo que te estoy diciendo ahora. Pero aun así, esto es lo primero que me encontré en esta sencilla ruta por las altas cumbres. Ya que bebí un trago del agua de este manantial seguí por la sendilla y solo unos metros más adelante me encontré con una gran sábana de nieve. Todavía hay muchas de estas sábanas extendidas por todas las laderas. Son muy bonitas y destacan con fuerza entre el gris de las rocas y el verde de la hierba. Según vas recorriendo el terreno es fantástico verlas abiertas en los declives y crestas de las cumbres. Parecen nubes que se hubieran caído del cielo y durmieran la siesta frente al sol de la tarde y rodeadas de amplias praderas de hierba, rocas y plantas florecidas. Por el lado de abajo de estas fantásticas sábanas, se van derritiendo poquito a poco, corren los arroyuelos, brotan los manantiales y se remansan las brillantes praderas. Es muy bello todo esto, Sinombre, muy bello.

Pues como esta gran sábana de inmaculada nieve, que se funde al sol de la tarde, se derrama de arriba abajo y corta la senda, no tuve más remedio que pisar nieve. Menos mal que llevaba mis botas de montañero. Pero me gustó. Me puse y siguiendo el trazado de la senda fui haciendo escaloncillos en la nieve y en unos minutos ya tenía toda la sábana atravesada. Seguí senda adelante y enseguida volqué para la hoya del barrando de San Juan. Y al asomar, qué cosa más bonita es lo que se presentó ante mí. Por primera vez voy yo por esos rincones. Que por eso te decía que prefiero conocer un poco el terreno antes de llevarte por ahí. Y no sé si fue porque es la primera vez que vengo por estos lugares o si es simplemente porque por la belleza de los paisajes, pero el caso fue que me quedé sin aliento. Al asomar al barranco y ver lo que vi me asombré. Desde la parte de la cumbre del Veleta el terreno cae ondulándose hacia la hoya y antes mis ojos se presentaba sembrado de las grandiosas sábanas blancas que ya te he dicho. Rodales de nieve que se han ido quedando por aquí y por allá tendidos al sol y sobre la ladera. Son los sitios donde la nieve en invierno alcanzó mayor grosor y por eso ahora tarda más tiempo es derretirse. Pero lo que parece es que un artista muy grande y sabio se entretiene en crear la más fabulosa obra del arte del Universo. Una gigantesca obra de arte con la más fina de las bellezas, que reluce al sol de la tarde o de la mañana y que cambia continuamente. Asombrado ante tan precioso espectáculo me paré sobre una roca grande y ahí estuve un buen rato observando, contemplando y gozando.

Desde la cumbre más elevada caen las laderas con sus manchas de nieve inmaculada y por los barrancos se despeñan los arroyos con sus relucientes cascadas. Y en mitad de la ladera el terreno se allana un poco. Por ahí se forman las praderas alfombradas con bellos tapices de hierba fresca y lustrosa. Por entre estas amplias praderas surcan los arroyuelos y se remansan los charcos que brillan al sol de la tarde. Algo más abajo ya se van juntando los arroyuelos que descuelgan por las laderas y al final, en el mismo centro de la extensa hoya, se forma el río. El que te decía antes y que se llama río San Juan. Pero un río de verdad. ¡Qué cantidad de agua! Despeñándose alegre entre encajes de blancas espumas y un fabuloso concierto de sonidos. Sonidos de rumor de agua con todas las intensidades y timbres.

Ya que me pareció suficiente abandoné mi balcón sobre las rocas y empecé a bajar por la ladera hacia lo hondo de la hoya. Sin senda ni nada. Me emborraché de la belleza que veían mis ojos y allá que me fui a su encuentro ladera abajo para entrarle por el sitio más bonito. Desde lo hondo, por donde ya el río tiene entidad y se juntan mil arroyuelos, cascadas, fuentes y sábanas de nieve. Que no te puedes hacer una idea de lo fantástico que es todo eso. Ni yo mismo me lo creía a pesar de ir cortando las curvas de nivel, los arroyuelos, las manchas de nieve, las praderas según descendía hacia la hoya. Un arroyuelo por aquí con su cascada cayendo por las rocas. Otro arroyuelo por allí surcando la hierba. Otro más por allá trazando curvas y formando charcos… Agua limpia brotando por debajo de las rocas, florecillas de todos los colores, hierba tupida como en esta pradera tuya o mucho más y todo esto con el rumor del río saltando en lo hondo y con el perfume a puro y el color azul, azul del cielo coronando. Me paré por lo menos cien veces antes de llegar al río para hacerle fotos a las cascadas, a las florecillas, a los arroyuelos, a los pajarillos, a las sábanas de nieve, a las laderas cayendo… y cuando llegué al río me paré frente a la corriente y el túnel que ha labrado la corriente. Que esto si que es de fantasía, Sinombre. En el mismo cauce del río, en invierno, la nieve se ha acumulado más que en otros sitios. Y como el río es río y tiene que abrirse paso se mete por debajo de la gruesa capa de nieve y abre un fantástico túnel. Tres metros por lo menos hay de nieve por encima de las aguas del río. Corre escondido bajo esta nieve unos veinte o treinta metros y luego sale a la luz del día. Por una boca de nieve tallada primorosamente y que gotea lentamente derretida por el sol. ¡Qué capricho más original! Ya te digo, ni el artista más artista es capaz de crear una obra tan raramente bella.

Frente a los túneles níveos, las claras aguas del río y la confluencia de los arroyuelos, me fui quedando sin prisa. Mirando por aquí, embelesado por allí, haciendo fotos sin parar, sentándome sobre la hierba, recreándome en las florecillas, disfrutando del rumor de la corriente y las cascadas y de pronto, ¿qué te imaginas? Porque fue de pronto y sin que lo buscara. Pues de pronto la Estrella de las Nieves. Entre la fresca y brillante hierbecilla la vi plateada y reluciente. Con sus delicadas florecillas meciéndose al suave vientecillo, casi al borde de la nieve y salpicada por las goticas de la cristalina corriente del río. Que el agua de este río y por aquí, no es agua, sino pura nieve recién fundida y por eso es hielo y viento. Y la florecilla de las nieves ahí brotada ella, recogida entre las briznas de la hierba, abierta al sol de la tarde, rozada por el fresco de la nieve y las aguas del río y hermosa. Color plata limpia y toda llena de juventud. Me emocioné mucho al verla porque es la primera vez en mi vida que me encuentro con la Estrella de las Nieves en estas cumbres y por eso me senté sobre la hierba y frente a ella me quedé un rato largo mirándola y gozándola. Le hice muchas fotos y como empecé a ver más por allí cerca ya no sabía con cuál quedarme. Todas eran bonitas y todas me gustaban para hacerle fotos, para mirarlas, para recrearme en ellas y para darle gracias al artista de tan primorosa joya.

Pero tenía que seguir porque la tarde se me acababa y ahora estaba en el barranco, por donde la hoya tiene su máxima hondura y por eso más arroyos, nieve, hierba, cascadas, asombros y de todo. Pero después del encuentro con la Estrella de las Nieves quería cruzar al otro lado del río. Para irme por donde las praderas más grandes y por donde soñaba encontrarme otras florecillas silvestres. Porque la otra tarde también buscaba otras joyas botánicas. Tenía mucho Interés en encontrarme, además de con la Estrellas de las Nieves, con la flor de la Genciana, con la de la Tiraña de Sierra Nevada y con la Violeta, también endémica de estas cumbres. Cuatro singulares joyas que solo viven en las altas montañas de estas sierra y que florecen por estas fechas. Todas por encima de los dos mil quinientos metros y todas con muy pocos días de vida. Son flores de ciclos cortos por el clima tan extremo.

Así que me acerqué al río, hermosísimo hilo de nieve en forma de agua que se despeña entre mil filigranas, y busqué un punto por donde cruzarlo. Porque en esta zona el río llevaba mucho agua. Pero en una estrechura, entre rocas y alfombras de hierba, lo crucé. Y por la ladera, una pendiente muy suave porque todo es hierba recién brotada, empecé a subir sin prisa. Siempre que recorro las sendas de las montañas, Sinombre, procuro no tener prisa. Como cuando estoy contigo y vamos de paseo. Me interesa gozar a fondo los matices que las montañas regalan solo a las personas que las saben mirar desde el corazón. Y con esta actitud empecé a subir por la suave laderilla alfombrada de hierba y surcada por mil hilos de aguas purísimas. Como si todo lo hubieran puesto allí unos minutos antes solo para que al pasar yo me recreara y lo disfrutara a fondo. Así es como lo sentía y así es como lo gocé. Y caminaba pensando en ti, que lo sepas y pensando en la Princesa, cuando ante mis ojos aparece lo que más deseaba: la preciosa y pequñita flor de la Genciana, Gentiana alpina. Una planta con tallo muy corto o no desarrollado. Las hojas forman una roseta en la base. La corola tiene forma tubular y acampanada en el ápice. Sus pétalos son de color azul intenso. Pero azul intenso de verdad, de verdad. Crecen, estas plantas, en los borreguiles nevadenses al comienzo del verano, en las zonas húmedas pero no encharcadas y forman un tapiz azulado cerca de las Estrellas de las Nieves.

Y así fue exactamente como me la encontré. Creando pequeños grupitos de flores brillantes y resaltando entre la verde hierba y la blanca nieve de las laderas. Allí mismo crecen también varias maticas de la Estrella de las Nieves. Pero ahora me interesé más por la Genciana. ¡Qué cosa más bonita! En cuanto la vi me paré frente a ella, que ya te digo era un pequeño grupito, y me puse a sacarle fotos. Desde un lado, desde otro, desde arriba, desde abajo, frente al sol, cara a la nieve… Vamos, como si me hubiera vuelto loco. Y desde luego que no era para menos porque es una flor preciosa de verdad y yo tenía muchas ganas de conocerla. También es la primera vez en mi vida que me encuentro con la Genciana de Sierra Nevada.

Ya que me quedé satisfecho, sin quedarme colmado plenamente, seguí con la sencilla ruta de la mágica tarde por entre arroyuelos, nieve, praderas y joyas botánicas y al coronar la llanura por donde surcan otros mil arroyuelos en su centro me encontré con una robusta roca gris. Una especie de monolito natural que parece puesto allí a conciencia. Como el guardián de la belleza que por allí existe o como el gigante que lo domina y lo controla todo. Algo significa aquello, Sinombre, que no sé decirte. Pero es bonito, asombra, llena el corazón de paz y de universos lejanos… Algo es aquello y muy grande o al menos así lo sentía en mi corazón. Fue el momento en que más te eché de menos. Me fui acercando a la roca, pisando agua fresquita y florecillas y antes de llegar a la belleza, otra sorpresa más. Que la tarde se me llenaba de sorpresas, de emociones, de bellezas, de latidos hondo, de gozo, de paz, de tristeza… ¡Qué tarde más grandiosa y qué rincones para la tarde! Ahora tenía ante mí a la preciosa y curiosa florecilla de la Tiraña de Sierra Nevada y que científicamente se le conoce con el nombre de Pingüicola nevadensis.

Te explico un poco esta flor para que la reconozca cuando algún día te lleve por los paraísos: es una planta pequeña, endemismo de Sierra Nevada, crece en los borreguiles, tierras húmedas, junto a los arroyuelos, por encima de 2.500 metros y es carnívora. Y no es que se coma a los elefantes. Solo atrapa insectos en sus hojas pegajosas y lo hace de forma pasiva, como atrapa moscas. Porque esto es una manera suya de conseguir nutrientes en un medio donde escasean. Las flores son de color púrpura rosado y florece en julio, aunque depende de la temporada, ya que aprovecha la desaparición de las nieves para llevar a cabo su corto ciclo durante un breve espacio de tiempo. Esto es, muy resumido, el misterio y belleza de esta otra florecilla de las altas cumbres de Sierra Nevada. Así que otra vez me llené de ilusión, de entusiasmo, de felicidad y de nostalgia, porque todo hay que decirlo. Te recordaba y la recordaba y me tenía que conformar con gozar en soledad tan finísima belleza. Y una vez y otra me decía: “Todo esto no es posible ni debe ser para mí solo. Es un regalo tan fabuloso que debería compartir con muchos. Con un millón, con diez millones, con todos los seres vivos de la Creación. No hay derecho ni es bueno que esto lo tenga solo yo y en una tarde como esta”. Pero estaba solo, Sinombre, estaba solo y esto me entristecía. Y no te lo digo para que ahora te apenes sino para que sepas lo que mi corazón sentía. Mi dolor y mi gozo, mi pena y mi sueño, mi soledad y asombro, mi amor y otra vez mi dolor. Y siempre el corazón agarrado a un sueño que levanta y hunde, Sinombre.

Después de sacar muchas fotos, para traerme conmigo una pincelada de aquella belleza, seguí y ahora me vine para la cascada del río, bastante más arriba de los túneles de nieve. La cascada del río San Juan en este primer barranco, me saltaba por el lado de la derecha y por encima. Como un surtidor que cayera desde el mismo azul del cielo o brotara desde las entrañas de los fabulosos bloques de nieve reluciendo al sol. Y la cascada, según me entretenía y caminaba por la pradera persiguiendo a las florecillas, se me derramaba en el centro del alma, Sinombre. Que verla allí, frente a mí según iba atravesando la pradera, cayendo tan abierta y tan deslumbrante, animaba mucho. Según me volvía para el río iba viendo la cascada y hasta mis oídos llegaba el rumor del agua rompiéndose al caer al charco y saltando por las rocas río abajo.

Miraba a la tarde, miraba al barranco por donde se descolgaban todos los arroyuelos buscando al río principal, miraba la hierba tapizando el terreno y miraba… ya no sé a cuantas cosas iba yo atendiendo para no perderme nada. Y mira por donde, como si algún ser bueno se le hubiera ocurrido el detalle de hacerme otro regalo, mis ojos volvieron a descubrir un nuevo sembrado de belleza. Junto a un arroyuelo no más grande que una pata de estas tuyas, pero de aguas cristalina, entre unas piedras, se me apareció un pequeño tapiz de violetas. Las más bonitas violetas que he visto en mi vida. Enseguida supe que eran las singulares violetas de Sierra Nevada. Las que son únicas en el mundo entre tantas otras y por eso tan preciosas ellas. Se crían otras violetas en las sierras del Parque Nacional pero éstas que te digo son las únicas endémicas. Que no se dan nada más que aquí. Es una especie cespitosa de raíz simple con muchos tallos con hojas alternas y flores irregulares color violeta, rosado o blanco. Vestidas con estos tonos es como me las regalaba la tarde. Y te digo algunas peculiaridades de esta planta. Como por ejemplo que la raíz de esta flor se ha adaptado para enterrarse hasta el terreno fijo, ya que vive en pedregales sueltos o cascajales y si se desplazan las rocas los tallos pueden partirse pero la raíz resiste y brotará de nuevo. Habita a partir de 2.500 y es la única, de las cuatro especies de violetas, que se crían a estas alturas. Esta pequeña florecilla ha sido catalogada como especie rara. En lugares donde es más presencia humana escasea. Estas son algunas de las singularidades de las violetas que tenía ante mis ojos. Que en realidad no es que fueran varios tipos de violetas. Solo una, la conocida como Viola crassiuscula Bory, familia de las Violáceas.

Me puse de rodillas frente a ellas y otra vez a sacar fotos. Por un lado, por otro, entre la hierba, con las piedras de fondo, sobre el agua del arroyuelo… Una manera sencilla de disfrutar de las cosas sencillas que la tarde me regalaba. Te recordé de nuevo. ¡Si hubieras estado, qué bonito todo! Y era todo bonito pero ya te he dicho que os echaba de menos. Así que otra vez me tuve que conformar con mi soledad frente a la fina belleza. Y seguí mi recorrido hacia la cascada. Por debajo de ella y casi bañado por ella me entretuve otro rato y cuando ya creía que tenía las suficientes fotos remonté por el río. Por la parte de arriba de la cascada volví a cruzar las aguas ahora para el lado de la tarde y busqué la senda. La misma senda que unas horas antes había cogido por donde el Albergue Universitario. Regresé por el caminillo, muy levantado sobre el barranco que acababa de recorrer y por eso, gozando de una preciosa panorámica de todo el conjunto de la Hoya de San Juan. Como despedida. ¿Que si me seguía pareciendo bonito ahora que ya me venía? Fantástico, Sinombre, fantástico y ahora que ya me venía aun mucho más. Sentía yo ahora que por aquel tan singular paraíso se me había quedado un trozo del alma. Otro más y otra vez. Tal como te lo digo. Y te digo más: si hubieras estado conmigo la otra tarde, seguro que hubiéramos corrido el uno detrás del otro, como dos niños chicos. Como dos niños o como dos locos hubiéramos jugado a tirarnos nieve, a echarnos agua, a revolcarnos por aquella hierba, a escondernos en las rocas… Y no te extrañe, que hasta nos hubiéramos metido bajo la cascada de aquella tan limpia y fría agua. ¡Con lo que nos gusta meternos bajo las cascadas! Si tú hubieras estado conmigo no te digo la que hubiéramos liado por allí, disfrutando con tanta libertad y cosas bonitas. Y si hubieran estado ellos, la Princesa y Bandolero, seguro que ya hubiera sido el desmadre padre.

Y termino ya, que con solo recodarte ahora lo que por allí viví me están entrando ganas de irme otra vez para allá en cuanto pueda. Pero mientras tanto y, rematando con lo que empecé, te digo que el nombre científico de la Estrella de las Nieves es Plantago nivalis Boiss, corresponde a la familia de las Plantagináceas y es un endemismo Nevadense. Habita exclusivamente en las altas cumbres de este Parque Nacional. Crece en suelos pedregosos y húmedos y florece al principio del verano. Es una hierba perenne en forma de roseta de hojas con figura de estrella de la que salen los escapos que portan las flores dispuestas en espigas durante su breve periodo de floración. Por eso es difícil verla florecida. Las hojas están cubiertas con abundantes pelos blanquecinos que le confieren, a la roseta, un aspecto plateado. Esta flor es el auténtico símbolo de Sierra Nevada por ser exclusiva de estas cumbres. Junto a la flor del edelweis se dice que es la flor del amor eterno. Los enamorados las regalan para demostrar que su amor no se secará nunca como las hojas de la Estrella de las Nieves. Presenta algunas adaptaciones climáticas muy curiosas como que sus hojas retienen el agua y el recubrimiento de pelos la protege de las bajas temperaturas y evitan la evaporación. Además estos pelos blanquecinos también la defienden de la gran radiación solar que recibe. En las altas cumbres la radiación es mayor que a nivel del mar porque el grosor de la atmósfera es menor. Crecen muy pegadas al suelo para resguardarse de los fuertes vientos que azotan en las altas cumbres.


34- Y mañana será otro día

Y ya, Sinombre, la noche está avanzada. Ahora no tengo sueño pero habrá que dormir un poco por si mañana vienen los niños. Los que duermen esta noche junto al río o las que son nuestro cielo: las niñas que hace unas horas jugaban contigo en la piscina. Que cada vez que las recordamos hay que ver cómo se nos llena el corazón de amor. Mañana tendremos que madrugar para desayunar algo, ducharnos y prepararnos antes de que lleguen ellos. Tenemos muchas cosas que hacer y que decirles. Y lo primero que les diremos es que nosotros también esta noche hemos dormido al aire libre igual que ellos. Para que sepan que aquí nos hemos quedado a esperarles. El día de mañana va a ser fabuloso. ¡Ya lo verás! Pero escucha ahora como cantan los grillos, las ranas de la Fuente de los Nenúfares y los autillos. A los niños del río no se les oye desde aquí. ¿Estarán ya dentro de sus tiendas durmiendo? ¿Soñando con los angelitos? ¿Tú lo crees? Y las niñas que esta tarde jugaban con nosotros en la piscina, el amor de nuestros corazones, ¿con quién soñarán ahora misma? ¡Con lo hermosas que son ellas! Y nuestra Princesa ¿Dormirá ya a estas horas? ¿Soñará esta noche con nosotros? Aquí tengo su tercera carta. Te la leo a la luz de la linterna y luego nos dormimos. Juntos los dos igual que otras veces y frente al cielo. Mirando a la estrella que tiene nuestro nombre. Te leo la carta de la Princesa y luego nos dormimos ¿vale? Así dice su carta:

“Ayer me lo pasé muy bien. Aunque por la mañana me di un buen susto, porque intenté galopar con Bandolero (que aun se lo están enseñando pero ya obedece a la primera con el entrenador) y empezó a pegar botes, a pararse en seco y a levantarse de manos. Pero claro, creo que fue mi culpa porque lo monté con la montura vaquera y para aprender a galopar no es la montura adecuada, más que nada porque los estribos son grandes, de hierro y terminado en cuatro picos con los que yo le daba por todo el cuerpo sin querer y sin apenas saberlo. Así que imagino que la actitud del caballo sería una forma de quejarse, de que con tanto golpe no le dejaba hacer lo que realmente me pedía. Así que lo tendré que volver a probar otro día con la inglesa. Y después por la tarde no lo monté, estuvo prácticamente una hora u hora y media suelto en dos picaderos. En uno él solo donde estaba loco de contento. Se ponía a correr a lo que más daban sus patas, brincaba, pegaba coces en el aire, relinchaba de alegría, jugaba él solo, etc...Y después lo pasé a otro picadero, donde normalmente lo monto y ahí estuvimos jugando al pilla, pilla. Cada vez que se me acercaba por la espalda me giraba rápido y corría detrás de él. Parecía que le entretenía el juego porque cada vez que me daba la vuelta me perseguía. Y así estuvimos 20 minutillos en los que acabé muerta. La verdad es que jugar con un animal tan grande cansa mucho porque tienes que correr un montón y casi nunca lo pillas. Y más en un picadero donde hay mucha tierra como en la playa y al ser profundilla no se puede correr bien.

Ya se acerca el fin de mes. Y tengo ganas en parte porque me voy al pueblo con mi caballico. Mi padre ha estado esta semana pasada ahí haciendo las obras para la cuadra y dice que se ha quedado muy bien. Ahora le están haciendo la puerta de la cuadra y ya es prácticamente lo único que faltaba por hacer. No sé si mi padre se llevará al caballo una semana antes del 1 de Agosto, para acostumbrarlo a aquel lugar, para llevarlo al campo a comer y que se acostumbre un poco a aquella zona. Verá mas coches que donde está ahora, coches y motos y tiene que acostumbrarse. También verá más gente todos los días porque su cuadra está pegada a la carretera general. Una carretera que solo une nuestro pueblo con el contiguo. Así que muchos no pasan. Pero más que nada lo digo por los críos que van con las scooter (motillos vespa) siempre vacilando, haciendo ruido, etc...Y también a los cohetes porque son las fiestas cuando vayamos.

Pero seguro que se lo pasa genial, porque va a tener más tranquilidad, va a estar rodeado de campo no de invernaderos, ramblas secas y tractores. El olor del lugar será solo campo que seguro que le gusta más que el olor a invernadero. Verá un lugar nuevo, andará por caminos de sierra que serán más fáciles para él que los de rambla que tienen demasiadas piedras y muchas veces muy gordas. Serán para él como unas vacaciones, que aunque las vea en blanco y negro y algunas tonalidades en color (pero pocas), serán de mucho agrado para él o eso intentaremos. Además, su cuadra estará limpia todos los días y tendrá una cama muy mullidita de paja, cosa que no ha tenido en su vida en la cuadra en la que está desde los 2 años (ahora tiene 6 recién cumplidos). En fin, cuando llegue el momento de irse y de volver, que él mismo te lo cuente. Seguro que no te defrauda porque te dirá más o menos lo que nosotros pensamos. Que se lo pasará genial y que le ha gustado mucho estar ahí. Además, hay mucha gente con ganas de conocer al caballo”.

Y ya está, Sinombre. Si mañana vienen los niños recuérdame que son cuatro las cosas que tenemos que hacer: los llevaremos a la cueva donde nace el manantial que surte de agua a nuestra piscina. Para descubrirla y ver qué se esconde dentro. Me han dicho a mí que ahí, desde tiempos lejanísimos, vive un ogro de barba negra, gordo y con grandes orejas. ¿A ti te asustan los ogros? A los niños les hablaremos de nuestra Princesa y de Bandolero para que sepan que tenemos los mejores amigos del mundo. Les contaremos nuestro secreto y les hablaremos de la Cueva del Tesoro para que también sepan ellos que tenemos un tesoro. Que esto no lo sabe nadie más en este mundo que nuestra Princesa. Y ella, ni siquiera sabe dónde está el tesoro nuestro ni lo que esconden dentro. Y por último, les hablaremos de la estrella que en el cielo tiene nuestro nombre. Para que los niños sepan que un día nos iremos a vivir a ese lugar del Universo. Con nuestro tesoro, nuestra Princesa y Bandolero y nuestro sueño. Porque también tenemos un sueño. Y les diremos a los niños que, desde aquella estrella nuestra en el cielo, seguiremos viendo todas las noches el paraíso donde ahora vivimos. Nuestro particular Edén Azul. Para comprobar si los niños de Granada o, de otras partes del mundo, se acuerdan de nosotros. Recuérdame, Sinombre, que mañana a los niños les tenemos que hablar de todo esto.

Voy a darte las buenas noches y que mañana sea otro día. Te recito una nana y te quedas dormido. Luego me duermo yo. Si no me despierto mañana tú no te preocupes. Ya sabes lo que tienes que hacer: mirar al cielo y me verás en la estrella que tiene nuestro nombre. Me asomaré por alguna ventana de aquellas y te llamaré para que subas corriendo. Y allí ya, impaciente, te estaré esperando para abrirte las puertas cuando llegues. Y si mañana no te despiertas tú seguro que tampoco me despertaré yo. Porque ya estaré contigo en esa estrella que nos pertenece y tiene nuestro nombre escrito en su barriga. ¿No lo ves, Sinombre, como brilla? ¿Todavía sigues creyendo que allí es donde vive la Princesa?

Mira Granada qué bonita se ve al fondo. Encendida de colores, como recostada en una cuna de rosas y esperándonos. Y Granada ni siquiera sabe quienes somos a pesar de lo hondo que la llevamos en el alma. Si mañana vuelven los niños y ya no estamos aquí ¿qué pensarán y qué harán y a dónde irán? ¿Crees tú que los niños vendrán mañana para alegrarnos con sus alegrías? ¿Quién mañana, al amanecer, vendrá a despertarnos con un beso? ¿Te imaginas lo bonito que sería…? Y las niñas, nuestro cielo en esta tierra, ¿vendrán tempranito a regalarnos su dulzura? Cuando se iban esta tarde, la Niña del Edén, me decía:
- Perdonadme, por favor, y ya os contaré. Os lo tengo que contar para que os enteréis. Veréis vosotros como mi enfado tiene una razón muy honda.
Buenas noches, Sinombre, mañana será otro día. Te recito una nana y te quedas dormido.

Nana para dormir en paz y soñar con la Princesa
Los niños junto al río
mientras duermen quizá sueñan,
nosotros estamos soñando
a dormir sobre la hierba
y la noche pasa despacio
vestida toda de estrellas,
duérmete tú, Sinombre,
que puede que esta noche venga
la Princesa de tus sueños
a regalarte azucenas.

La noche pasa despacio
y entre la brisa se enreda
con el baile de los álamos,
duerme sobre la Vega
los sueños de ríos blancos
que nos corren por las venas,
duérmete tú, Sinombre,
que te arrullan las acequias
y un beso viene volando
vestido de azul Princesa.

Hay música en el silencio
de la noche honda y serena,
mil ángeles hay en el cielo
que los niños del río sueñan,
por el olivar de enfrente
un hada en sus manos lleva
tu corazón y el alma mía,
duérmete tú, Sinombre,
seguro que la Princesa
está soñando contigo
y te da besos de seda.


35- Su sincera amistad


El borriquillo Sinombre me lo regaló un pastor que vive al norte de Granada, en el cortijo del Chorrillo, en el Parque Natural de la Sierra de Huétor Santillán. Paseaba por allí una tarde y al verme el pastor me dijo:
- Te dará compañía, aliviará tu soledad y soportarás algo mejor los últimos años de tu vida. Llévatelo, te lo regalo.
Y tenía razón. De no haber sido por Sinombre ya hace tiempo que me hubiera ido de este mundo. No tengo a nadie en este suelo, hace muchos años que vivo solo y no tengo más amigos que su sincera amistad. Yo lo cuido, nos damos compañía mutuamente y me hace soñar. Y a veces pienso que los sueños se convierten en realidad. Que los niños vienen a verle, que juegan con él y que yo juego y sonrío con los niños. A veces sueño esto y así me olvido de la soledad y vivo un día más, un mes más, un año más... Sinombre es como un cielo inmenso, como un niño grande, como un bello sueño. Es un sueño. Y todo lo que atrás ha quedado escrito es un sueño.


Nota del autor:

El trabajo aquí presentado es solo una pequeña parte de libro "Sinombre y yo"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un magnífico libro y relato el tuyo, y sobre todo tu blog. Gracias por pasarte por el mío